Por Cynthia González
Televisión, radio, música y revistas… son solo algunos de los medios por los que constantemente la sociedad es bombardeada con la cultura del consumo, desde publicidad que asegura la felicidad y el éxito personal, hasta actividades que realizamos de manera inconsciente para “sentirnos mejor”.
Como diría Andy Warhol, “Lo que vende, es el éxito”, pero, más allá del éxito, lo que vende, es el deseo mismo. En psicoanálisis, ‘el deseo´ es uno de los elementos que moviliza a las personas, siendo aquello que empuja, impulsa o motiva de manera inconsciente a buscar un objeto que cumpla la satisfacción y que es suscitado por la falta.
Pero, ¿Cuáles son los motivos por los que la sociedad necesita de este consumo desmedido? En este sentido, las grandes empresas producen artículos que resultan tan accesibles para nosotros, acompañados de títulos atractivos como “Es todo lo que necesitas” o “La felicidad al alcance de tu mano”. Los cuales incitan la necesidad de tener estos productos a partir de estimular el deseo, atrapando nuestra atención, intentando rellenar esa falta con objetos.
Primeramente, tenemos los servicios indispensables para la supervivencia (alimentación, vestimenta, vivienda y servicios) en los cuales los trabajadores pretenden obtener beneficios y seguridad; por otro lado, buscan los placeres adicionales (compras de autorrealización o reconocimiento) que le proporcionan una sensación de calma y de libertad.
Entendemos que la compra desmedida genera un impacto de manera inconsciente donde la acción misma causa en el sujeto un sentir de disfrute sin límite. Sin embargo, el temor a la sensación del vacío origina sufrimiento en la persona, debido a que el conflicto surge en la necesidad de sentirse vivo mediante la compra, donde la cantidad tiene mayor valor que la calidad y que esto, conforma el concepto de uno mismo.
Pero, comprar no es el problema. El verdadero conflicto es la postura que se toma frente a silenciar la sensación de vacío, esperando tener una felicidad desmedida, enfrentarse a la presión y crítica del no tener y no ser alguien para la sociedad y que, a su vez, ignora la estima y/o el reconocimiento que proporcionan el afecto y el autoconocimiento que se construyen en la exploración interna y las relaciones interpersonales.
El psicoanálisis, escucha la singularidad de la persona, se cuestiona acerca de aquello que necesita y aquello que tiene, partiendo del “no saber” nos acompaña en el autodescubrimiento, no para conocernos de manera total, sino agregando piezas al rompecabezas de lo que somos, entendiendo que las faltas son necesarias para buscar que hacer, para movernos de lugar, para observar otras necesidades como lo son afectivas, porque partiendo de lo singular, encontraremos respuestas de lo social o como diría Arthur Schopenhauer “El mundo es mi representación…el mundo es representación de quien representa.”