Soy feminista pero estoy lejos de ser la “feminista perfecta.” No he estudiado los orígenes y la historia del feminismo como lo han hecho mis profesores de antropología o sociología, tal vez tampoco he leído un gran número de libros sobre el tema como algunos de mis amigos ni he asistido a marchas u organizado protestas como lo han hecho compañeras de la universidad. Sin embargo, esto no significa que soy menos feminista que cualquiera de esas personas, sino que yo he vivido mi feminismo de una manera y a un paso diferente.
Empecé a considerarme feminista cuando estaba en prepa. Una de mis maestras constantemente nos invitaba a dialogar sobre la importancia de la paridad y por ende a debatir sobre temas relacionados a la misma. En sus clases hablábamos de la importancia de la equidad de género, el aborto, derechos reproductivos, y sobre todo de cómo todo esto era influenciado por la sociedad en la que vivimos. Esto, aún y cuando en ese momento no lo sabía, se convertiría en una parte fundamental de mi identidad y permearía todos los aspectos de mi vida.
Actualmente vivo mi feminismo a través de los proyectos en los que participo. Me gusta pensar que al compartir en diferentes medios los videos que he creado, ensayos que he escrito o experiencias que he vivido invito a la reflexión y por consiguiente puedo llegar iniciar una conversación sobre un tema tan importante como la equidad de género.
Día con día sigo aprendiendo lo que ser feminista significa y esto cambia la manera en la que veo y me relaciono con mi entorno. Me voy dando cuenta de lo mucho que hemos logrado y lo mucho más que nos hace falta avanzar de manera individual y colectiva como sociedad. De esta manera me doy también cuenta de las fallas que aún cometo como lo son: juzgar a una mujer por su forma de vestir y/o considerar ciertas actitudes/acciones como inherentes a cierto género. Con el tiempo he aprendido que lejos de reprenderme a mí misma por ello, debo de valorar que hoy en día me doy cuenta de dichos errores y trato de corregirlos cuando hace 10 años probablemente no lo hubiera hecho.
Soy afortunada también de contar con un grupo de amigas feministas de las que diariamente aprendo nuevas maneras de vivir y revolucionar en el feminismo. Con ellas no solo he aprendido que el feminismo se puede expresar de diferentes maneras y en diferentes ámbitos, sino que también he aprendido la importancia de alzar mi voz.
La riqueza del movimiento recae en que no solamente somos mujeres, somos personas de diferentes razas, géneros, clases sociales, con diferentes cuerpos, creencias, orientaciones sexuales, contextos e historias todas luchando por el mismo objetivo: alcanzar la equidad de género. Al final del día, como lo diría Roxane Gay, “Preferiría ser una mala feminista a no serlo en absoluto.”
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