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Trastornos Alimenticios, una realidad que necesita visibilidad

Por Sam Lacayo

Hubo una época en específico donde se idolatro una imagen de perfección a la cual muchos añoraban llegar. Perfección inalcanzable. Perfección irreal. Perfección sufrida que prometía terminar en felicidad absoluta, pero realmente no llenaba, más bien creaba una crisis de identidad. Se idealiza la vida de personas que sufren de TCA, y se imita por morbo de parecerse aún más a ellas, haciendo ver normal el sufragio corporal, admirando cuerpos frágiles y al borde de la muerte. Se enseña que el cuerpo debía estar moldeado a un imagen ideal para ser querido y llegar a la felicidad.

Después del rising up en los movimientos de amor y aceptación propia, que transmiten esa seguridad y fuerza por medio de una comunidad amplia de gente que grita “No somos perfectos y eso está bien”, hubo un cambio universal en la mente y corazones de muchos. Historias personales de batallas contra adicciones de trastornos alimenticios comenzaron a salir a la luz, dando una esperanza a todos quienes seguían luchando; tratando de dar enfoque a un problema mayor al cual no se le prestaba atención; un cuerpo “perfecto” no era la solución de una crisis existencial.

Me tomaría más de un artículo y unas cuantas copas de rosé contarles la triste y problemática relación que tuve/tengo con mi cuerpo. Sinceramente no es una historia exageradamente interesante, más que nada son una compilación de recuerdos dolorosos grabados en mi memoria. Lo que, a través de los años, aprendí era deseable y por lo tanto bueno, y cómo yo no encajaba en nada de eso. Es triste recordar lo que por mucho tiempo aprendí acerca del deber alcanzar la perfección, que mi cuerpo debía ser algo ideal para lograr ser amado.

Vivir con un trastorno alimenticio no es un juego, es la realidad de muchas personas a las cuales les cuesta verse en el espejo porque sienten que algo está mal, cuando ese algo son ellos mismos. Es contar calorías obsesivamente para evitar ganar peso, o vomitar después de cada comida porque es el truco más rápido. Es odiar todo lo que llevas puesto porque nada te queda bien y decidir no salir de tu casa para evitar sentirte peor. Es no comer por días porque comiste pizza un sábado. Es ver tu cuerpo como algo que no es. Es difícil, desgastante e imperfecto. Muchas veces es una decisión de continuar por un camino que promete felicidad falsa; otras veces termina volviéndose un impulso obsesivo causante de una pérdida de control en tu propio cuerpo. Es fácil caer en un trastorno alimenticio y muy complicado dejarlo atrás, pero nunca imposible.

Para iniciar una restauración se necesita comprender, respetar y amar el cuerpo tal y como es, en lugar de querer cambiarlo para dar gusto a una parte vana e insatisfecha de ideales inalcanzables. No sucede de la noche a la mañana, son decisiones del día a día que te recuerdan ser paciente con tu persona y querer lo que hay por dentro para respetar lo de afuera.

No duden en buscar ayuda profesional 

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