La llegada el invierno trae consigo días fríos (en su mayoría) que son perfectos para disfrutar de una taza de café, reencuentros con amigos, Netflix, libros, otra taza de café y en general ideales para relajarnos un poco y reflexionar sobre el año que está por terminar.
Pero con la llegada del invierno, las últimas semanas de diciembre nos dotan también de una cantidad incrementada de eventos que nos llevan a pasar más tiempo con nuestras familias. No me malinterpreten, me gusta pasar tiempo con mi familia como a cualquier otra persona, pero hay ocasiones en las que la magia de las fiestas decembrinas no es suficiente para cegarnos de momentos en que la misoginia, homofobia, racismo, y/o clasismo se hacen presentes en la mesa.
Creo que todos hemos sido testigos de “bromas” con dichos tintes y no sé ustedes, pero yo jamás he sido capaz de cuestionar o evidenciar lo hirientes e incomodas que dichas prácticas son (al menos no con mi familia extendida). Sé que aún en el 2018 (casi 2019) todavía existen DEMASIADAS personas con mentalidades muy diferentes a la mía, personas que tal vez por haber nacido en distintas épocas o en diferentes contextos no se dan cuenta del enorme privilegio con el que cuentan, privilegio que en efecto les permite hacer ese tipo de comentarios.
¿Entonces qué hacemos cuando escuchamos que nuestros tíos, abuelos, primos, hermanos o padres caen en actitudes como las que he venido mencionando? ¿Los enfrentamos? ¿Nos quedamos callados? La verdad es que iniciar una conversación con nuestra familia puede muchas veces resultar aterrador. Sé que muchos de nosotros inclusive ya somos juzgados por miembros de las mismas por pensar de una manera diferente y por lo mismo tendemos a silenciar nuestras voces con el fin de mantener la paz en la familia.
El día de hoy les quiero proponer algo, la próxima vez que escuchemos que algún familiar hace comentarios sexistas, homofóbicos, racistas, clasistas o cualquiera que se le parezca vamos a alzar nuestras voces. Así como lo están leyendo, en ese momento en que sus tíos empiecen a criticar a ese “jotito” (utilizando su terminología) ustedes van a decir, de la manera más tranquila, (esto es clave para mantener la paz familiar de la que hemos venido hablando) que ese comentario es homofóbico y que no creen que sea apropiado. Ahora, la respuesta probablemente venga seguida de un silencio incomodo por parte de las personas que también se encuentren en la misma habitación, después de algunos (eternos) segundos probablemente obtengan alguna o una combinación de las siguientes tres respuestas:
En un mundo ideal todos recibiríamos la respuesta número uno, tal vez porque se darían cuenta del error que cometieron o tal vez porque no querrían iniciar un pleito en medio de la cena. Pero como no vivimos en una utopía, es probable que recibamos las respuestas dos y/o tres o variantes de ellas. ¿Qué hacemos entonces si ese es el caso? En mi experiencia es bueno tratar de explicar brevemente nuestra manera de pensar, si con esto aún no logra la otra parte comprender las repercusiones de sus palabras es mejor dejarlo ahí. Si bien no logramos dialogar, al menos podemos clasificar a esa persona como parte de ese grupo con el que no vale la pena gastar nuestra energía.
La triste realidad es que a nosotros como seres humanos no nos gusta que nos saquen de nuestra zona de confort: no nos gusta incomodarnos, cuestionar nuestras creencias o actitudes porque es mucho más cómodo vivir en la ignorancia y apelar a ella en momentos de conflicto. Es así como si el familiar en cuestión no tiene trabajada la apertura, jamás podremos hacerlo cambiar de opinión.
Sé que estás fechas pueden ser difíciles para todos, especialmente si los ideales o creencias de nuestras familias no se alinean con los nuestros. Quiero decirles que no están solos, en el mundo habemos demasiadas personas que estamos pasando por situaciones similares. Si algo he aprendido este año es que nuestra verdadera familia yace en cada una de esas personas, ya sean amigos o familia biológica, que enriquecen nuestra vida y nos motivan a ser más día con día.
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