La sexualidad femenina siempre ha sido un enigma para mí. Desde no tener una educación sexual adecuada a una temprana edad, hasta estar inmersa en una cultura de tabúes conforme al sexo; así que fue que decidí comenzar a investigar más del tema, pero más aún, con referencia a los medios que promueven dicho tema. Comencé con temas que surgieran mucho en pláticas con mis amigas, o bien, que no surgieran en lo absoluto, como es el tema del porno. Esa palabra por sí sola es algo denigrante y sucio para muchas mujeres, tanto así que es muy poco probable que nos metamos por nuestra cuenta a buscarlo. 1 de cada 3 mujeres dice no encontrar contenido que les guste. Reconocemos que es un tabú y que se trata de personas cometiendo actos sexuales; pero más aún, reconocemos que se trata de un medio en que las mujeres no encajamos. Esta razón se justificó en los años 70 por una teórica feminista llamada Laura Mulvey la cual descubrió el término “male gaze”. El dicho “male gaze” se refiere a la manera en la que todo lo que vemos en los medios está representado por una perspectiva masculina y un tanto machista; esto pasa especialmente en la industria del porno. Prácticamente los hombres son los que manejan la industria cinematográfica del porno y es difícil que entren mujeres a dar su punto de vista.
Personalmente yo no conocía ninguna mujer fotógrafa o cineasta que se dedicara al porno, hasta que vi el documental de Netflix “Hot Girls Wanted”. En la segunda temporada de éste, el primer capítulo trata sobre el porno feminista y las mujeres que están involucradas en él actualmente. Comenzaron con la madre e hija Suze y Holly Randall, ellas dos manejan la perspectiva femenina con un valor agregado de glamour y atención a los detalles en sus fotografías. Holly, la hija, comenta que el porno bonito es más erótico y es eso lo que ella busca representar en su trabajo; sin embargo, tanta demanda de porno gratis en el internet ha ocasionado que la atención al detalle de Holly disminuya muchísimo. De los millones de personas que ven porno al año, solo el 3% lo paga. Es ahí donde está la diferencia clave entre el porno “mainstream” y el feminista: el segundo respeta y paga a sus artistas y colaboradores, mientras que el primero no hace ni una de ellas. En la época de Suze Randall, primera mujer fotógrafa que trabajó para Playboy, el porno se conseguía por medio de fotografías y revistas como Playboy, por ejemplo. Pero desde que llegó el internet y el porno gratis comenzó a existir, se incrementó la explotación al trabajador sexual, o bien, a las actrices en específico. Es dentro de este contenido que encontramos más las personas que buscan castigar a la mujer en los videos que un encuentro sexual honesto y bueno, ya que el porno “mainstream” no tiene la intimidad y pasión que mucha gente busca. De ahí es que existen las historias de terror de mujeres a las que engañan con la idea de que se harán famosas o ganaran mucho dinero, cuando en realidad no se les paga nada y, lo peor de todo, sufren abusos en el set. Al final de cuentas, la labor sexual sigue siendo un trabajo, y este debe ser remunerado. Así que, en realidad, el verdadero porno feminista ético es aquél que cuida lo que pasa detrás de escenas, no en el contenido del video.
Erika Lust es otra directora de cine pornográfico que ha revolucionado la industria y la manera de ver porno. Ella comenzó con la idea de que las películas debían de ser desde una perspectiva femenina y que fueran hechas de manera artística; como lo menciona en su Ted Talk, ella no busca sacar a la mujer del porno, sino encontrar la manera de involucrarla. Algo que ella menciona muy seguido y es la verdadera base del por qué comenzó su carrera como directora es que, en la actualidad, el porno es la educación sexual de muchos adolescentes; inclusive se registra que el 40% de personas entre los 14 y 18 años de edad dicen que aprenden más del porno que de la escuela. Pero, ¿qué es lo que están aprendiendo? Y honestamente yo me pregunto, ¿será que, por dichos videos, la cultura de la violación a la mujer existe? Al final de cuentas, el porno representa el castigo sexual a una mujer y es el hombre el que está 100% empoderado, el único que recibe el verdadero placer. Así que es aquí donde Erika entra con la idea de que, si esto se toma como educación, se debería hablar también sobre el placer de la mujer y más aún, de valores, del respeto entre pareja en la intimidad. La directora incluso comenzó un proyecto llamado “X Confessions” donde, por medio de una página web, se solicitaba que mujeres mandaran fantasías sexuales propias y estas se harían cortos. Esto fue un éxito total ya que todos esos cortos representaban a la mujer como alguien empoderada y dueña de su vida sexual, pero más aún, representaban un acto sexual honesto y real.
Para resumir la información anterior, la crítica al porno no es porque lo odiemos o lo queramos eliminar, es una manera de mejorarlo para incluir en ello a la mujer y a todos aquellos que no se sientan incluidos. Es importante mencionar que la perspectiva feminista de esta industria también incluye a todos los grupos marginados sin hacerlos fetiche, como pasa en el porno “mainstream”. Aceptemos que la realidad de la industria es que se ha convertido en la educación sexual para los jóvenes y que, sabiendo este hecho, debemos buscar un contenido que no denigre ni maltrate a las personas que participan, si no que se busque una relación de armonía y respeto para que este mensaje sea el que se dé mediante los videos.
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