No voy a olvidar el día en el que una de mis amigas de la infancia se casó: se veía súper feliz, su maquillaje estaba hermoso y sobretodo podías notar esa conexión tan especial que sólo se tiene con una pareja. En la recepción, su mamá –con un aspecto irreconocible– se acercó a mí para decirme: “Bueno, no todos podemos alcanzar el peso ideal para el gran día, ¿verdad?” y vi como su rostro carecía de color cuando volteaba alrededor y observaba los vestidos rebosantes de algunos invitados, incluyendo el de su propia hija. Sé que tú sonreíste y no dijiste nada aunque la escuchaste, era tu gran día.
También sé lo que se siente sentir esa constante presión, especialmente de los que amas más: tus amigos, tu familia, tu pareja. La presión de perder peso antes de una boda, antes del verano o de cualquier clase de vacaciones, después de tener un bebé o en cualquier momento deseado. La imposibilidad de perder los últimos 2, 5 o 7 kilos, esa manera en la que tu cuerpo “nunca está bien”, o está “un poco mal” y perpetuamente fuera de línea. No sólo con nosotros, nuestras amistades hablando de cuánto odian su cuerpo, sus mentones, sus narices, su panza, sus piernas, comenzamos a buscar y rodearnos de personas con las que nos haremos un pequeño retoque, tendremos gym buddies, o amigas que nos van a decir que no nos vemos bien con un top cuando salgamos del vestidor, tal vez intentemos llevar una dieta a la par con nuestra mamá aún sabiendo que nuestros cuerpos son totalmente diferentes o que probablemente sólo necesitemos desinflamarnos un poco; una intimidad vinculada con odiar nuestros propios cuerpos.
Después nos convertimos en eso, toma el control de nosotros y se apodera de la forma en la que te ves a ti mismo y luego en la forma en la que ves a los demás, incluso a los que más amas; en cómo ves a tus amigos, a los extraños que pasan a un lado de ti, a tu familia. “Ella no debería de estar usando eso” refiriéndote a tu amiga que se puso una blusa corta con sus high rise jeans, o “¿Quién quiere ver eso?” cuando vas a la playa y te encuentras con un hombre sin músculos y panza. Es fácil olvidar lo mucho que duele estar en el lado receptor y qué difícil es controlar esos pensamientos.
Si hago una retrospección, mis últimos artículos han hablado de empoderamiento, de sentimientos, de redes sociales, del mundo imperfecto del que huimos cuando entramos a Instagram. No he escrito de moda porque sinceramente ha sido un sube y baja de emociones de una industria que va en contra de lo que siento en estos momentos; aún así, encontrar un espacio donde pueda hablar con la audiencia de la industria que amo, significa mucho para mí. Tanto tú como yo estamos rompiendo el silencio juntos, en NOISE se ha hablado de la primera vez sintiéndonos lastimados, presionados, avergonzados y en este espacio estamos describiendo nuestras experiencias en voz alta, las estamos redescubriendo de una nueva manera.
En este caso, la voz de la experiencia es una voz de masas. Se ha desviado lo que nos han dicho acerca de lo que significan y lo que se deben de significar nuestros cuerpos, lo que implica que debemos de asumir una tarea para entrenar nuestro pensamiento de manera diferente, acerca de quienes están a nuestro alrededor, de sus cuerpos, de nuestros cuerpos y de lo que son capaces de hacer, perdiendo peso o no. Esto significa construir una relación con nosotros mismos, ya no podemos perdernos en un vacío de cuerpos dañados, ni volver a la cómoda plática de odiar nuestro templo. Es dejar de imaginar que nuestra vida empieza con unas buenas vacaciones en la playa, sexo a la orilla de la costa, felicidad y éxito que vendrá cuando pierda 10 kilos, porque inconscientemente estamos persiguiendo eso, pero ¿porqué? si nuestras vidas están sucediendo aquí y ahora, ¿qué estamos esperando? Hagamos una evaluación sincera de lo que nuestros cuerpos invitan y qué podemos hacer para tratarlo mejor, sin miedo a los comentarios de tus tías o a las miradas de tus conocidos cuando subiste cierto peso.
Hablando de experiencias, probablemente no te veas reflejado en las mías, tal vez sea ese momento en el que al escuchar la palabra gordo te sientas ofendido, o cuando una mujer que utiliza su peso como empoderamiento te hace sentir incómodo, o cuando una amiga tuya con sobrepeso te cuenta que nunca encontrará a un hombre que la ame por su aspecto físico. Puede que tú mismo lo hayas vivido, en la fiesta con tus amigos y no pudiste quitarte tu camiseta por vergüenza o con el señor de la frutería, dándole una lección a una persona obesa de cómo comer, tal vez a tu mamá le cueste encontrar ropa de su talla y te explique que esos killer overalls no están hechos para su hermosa talla 16. Todo esto puede parecerte poco creíble, pero después ves en las noticias que a una mujer se le intentó cobrar doble la venta de boletos de autobús porque por su tamaño acaparaba dos asientos, o una empresa que abiertamente le denegó el trabajo a una persona obesa por creer que los clientes no querrán comprarle por su aspecto. “¿Cuál es el punto?” te van a decir si les comentas acerca las acciones legales que existen, y al menos aquí en México, tienen toda la razón, no hay acciones que los protejan. (Y si las llega a haber, seguramente los insultarán diciéndoles que es su responsabilidad primero cuidarse, que se van a morir de diabetes o de obesidad, antes de defenderlos legalmente.)
Tal vez nada de lo anterior tenga sentido para ti, tampoco tendrá sentido para otras miles de personas, pero eso no significa que nada de esto haya pasado. Me gustaría pedirte que abraces esa incomodidad por unos momentos aunque sea hasta el final de este artículo, que te sientes a escuchar una conversación y permanecer en ella aunque todo lo que haz leído te parezca increíble. Probablemente pienses que es desagradable y difícil de imaginar que personas tengan el valor de hacer y decir dichas cosas, pero las personas con sobrepeso están viviendo cosas que aún no se pueden ver, que sólo suceden en presencia de cuerpos como el de ellos, y cuando insistimos en que esas experiencias no pueden ser verdad, se nos recuerda que son experiencias que deben ser habladas, que deben ser escuchadas y actuar, sin ignorar, sin utilizar body shaming para justificar, sin recubrir un contexto que está en la luz de quien realmente lo quiere ver.
Si tú estás en una posición diferente a la de estas personas (amigos, familiares, pareja.) no rechaces sus experiencias por falta de contexto e intenta buscar uno, busca con más atención, escucha con paciencia, abre tus ojos para darte cuenta que el hostigamiento por obesidad está en todos lados, enfréntala con palabras, no la justifiques pensando que es responsabilidad de quién es obeso cambiar, sino de quién está insultando, respetar. Haz un propósito de dejar de odiar tu cuerpo, todos estamos condicionados a hacerlo de cierto modo porque nuestros cuerpos son diferentes y los medios se han encargado en mayor parte de presentarnos cuerpos irreales; puede costarte mucho trabajo, pero aprende a ser más amable contigo mismo.
Recuerda que la percepción de tu propio cuerpo está moldeada por una cultura que odia a la gente gorda dondequiera que aparezca. Odiar tu cuerpo también margina el de otros, así que escucha con atención, sé un agente de cambio, alguien consciente de lo que está sucediendo y desvela eso que quieres para ti, también para los demás. Sé un refugio para quienes no han sido escuchados aunque lo estén pidiendo a gritos.
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