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Derrocada por un influencer

Por Alina Tijerina

La industria de la moda ha tomado un giro muy curioso últimamente. Bueno, muchos giros. Desde que Zara se la pasa anunciando que será eco-friendly (lo cual no es cierto, no caigan en sus mentiras) hasta que ahora los influencers son los nuevos diseñadores de moda. Ahora, esto último me causa un “je ne sais quoi” que medio me revuelve el estómago de coraje. Aquí les va por qué. Los bloggers, ahora llamados influencers, han literalmente invadido el planeta de las redes sociales con su imagen y sus opiniones compradas sobre ciertos productos. Lo que alguna vez fue un spread en una revista de Vogue o Elle, ahora es un story temporal de alguna persona hablando sobre un producto en 15 segundos. Ese ratito que esta puesta la publicación puede llegar a alcanzar a millones de personas diciéndoles que compren dicha cosa; pero bueno, ya también hay influencers que tienen el impacto de poder simplemente decir qué les gusta y así causar un sold out del producto en cuestión de un día. Para las marcas el uso de los influencers ha sido maravilloso, pero de igual manera ha sido muy costoso. El monto que se llega a cobrar por post o story depende del engagement que tiene la persona para su público y la cantidad de seguidores que tiene. Para aquellos que llevan años en esto, los rangos de precios están entre los $8,000 y $20,000 dólares; estamos de acuerdo que la gente que se dedica a ser influencer y que postea unas dos o tres veces al día gana entre $24,000 y $60,000 dólares en 24 horas. Con razón ahora todos quieren ser influencers. Pero la situación cambia cuando éstos quieren ser diseñadores de moda.

El problema que tengo con los influencers tirándole al diseño de moda no es porque tengo algo en contra con que la gente cumpla sus hobbies. Es porque, justamente, el diseño puede que no sea solo un hobby para algunos, es una carrera. Nos la pasamos 4 años y medio, si no es que más, de nuestras vidas intentando entender cómo generar un concepto para una marca, ejecutarlo, entender al mercado, hacer la prenda nosotros mismos para poder asesorar a futuro a una costurera, encontrar los mejores textiles, etc. para que después llegue una persona que se ha dedicado a generar contenido a decirnos cómo hacer nuestro trabajo. Entiendo que suene duro, y no dudo que hay influencers que se han dedicado a estudiar la moda, pero sí es un golpe en el nervio del codo que para nosotros, los diseñadores, llegue alguien famoso a sacar su marca y, eventualmente, sacarnos a nosotros del panorama. Hay suficiente competencia dentro de la industria como para que los influencers decidan también dedicarse al diseño de moda.

Una ventaja que ellos tienen sobre los diseñadores de moda emergentes es su fama. La cantidad de ventas que los influencers generan para sus marcas no tiene comparación con algún diseñador local y nuevo en la industria que no tiene renombre dentro de las redes sociales. Su publicidad es ser ellos mismos, y sus ventas son cuestiones de egos y aspiraciones que los clientes tiene por ser como ellos. Llega a ser un nivel tan exagerado de aspiración que sus seguidores, los clientes, ya ni siquiera se detienen a ver el proceso de producción detrás de los productos; no consideran si fue hecho con transparencia o no, porque lo único que ellos desean es obtener algo de su influencer favorito. Esta necesidad por consumir algo que los relacione con ellos y los “acerque” más a ellos es una idea errónea que se les ha vendido debido a como Instagram nos puede conectar con quien sea.

 El arte de diseñar ropa se ha sustituido con la idea de algún influencer de que pueden determinar qué venderle a sus seguidores ya que “los conocen tanto”. La mayoría de las bloggers americanas famosas como Aimee Song y Danielle Bernstein comentan en entrevistas que era solamente cuestión de tiempo la evolución natural de su trabajo el terminar como diseñadoras de moda. Pero ellas mismas no son ni siquiera las que diseñan. Traen sus ideas a los verdaderos diseñadores de lo que ellos deben analizar y producir para que sus productos se vendan. Entonces, ¿cuál es la verdad? Tomar el título de diseñador de moda es un golpe muy fuerte para aquellas personas que se encuentran por debajo de dichas bloggers haciendo el verdadero trabajo.

El diseño de moda no debe perderse entre una multitud de micro y macro influencers jugando a complacer a sus seguidores. Las marcas emergentes, más ahora que nunca, deben ser pensadas detalladamente para no afectar al ecosistema, y mucho menos a más personas en condiciones espantosas. Espero que no llegue un día en el que puedan sustituir a los que realmente estudiamos el concepto detrás de diseñar una prenda y que, poco a poco, los seguidores de dichos influencers puedan despertar a darse cuenta que esa persona que tanto aman, es solo una más queriendo destacar dentro del mundo de las redes sociales.

Instagram: @Alinatijerina

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