Desde que comencé a escoger ropa por mi cuenta recuerdo que las tallas eran algo traumático para mí. Me acuerdo cuando Abercrombie & Fitch se puso impresionantemente de moda (y digo impresionante porque no eras parte de los niños “cool” si no traías una polo horrenda de la marca) y sus tallas no me quedaban porque estaba más grande del estándar que utilizaban para crear las prendas. Me compré una talla chica cuando, claramente, me apretaba horriblemente y la llevé a la escuela para demostrarle a la niña “cool” que ya podía pertenecer a su grupo. Yo sabía que esa camiseta no me quedaba, tanto así que la usé esa mísera vez para comprobar algo innecesario y no la volví a sacar en años. La realidad es que, debido a este hecho, comprar ropa puede llegar a ser verdaderamente una situación de trauma. Entrar a una tienda y darte cuenta de que la prenda no te queda como pensabas, o que talvez solías ser talla M y terminaste siendo L puede ocasionar serios problemas emocionales en una persona. En mi trabajo como vendedora en una boutique de alto rango (esta es mi manera de decir que los precios de la ropa están elevados) me di cuenta de que las mujeres estamos instruidas a explicar nuestro peso y nuestra apariencia a los demás.
Llegan clientas diario a probarse ropa, salir del probador y terminan prometiéndome que bajaran dos kilos para entrar en una talla que solían ser antes de tener hijos. U otras que llegan a probarse tallas más chicas de la suya, darse cuenta que no les queda bien ni se sienten cómodas en ella, y aun así llevárselas por el simple deseo de ser ese número tan pequeño que viene en la etiqueta. ¿Por qué vemos la necesidad de excusarnos con extraños por la talla que usamos? El estándar de la belleza occidental ha ocasionado una presión muy fuerte a sentirnos apenadas por los cambios naturales que el cuerpo lleva a cabo al pasar los años. Cambios inevitables y hermosos en el cuerpo que suceden después de que éste da a luz, o que simplemente envejece, ocasiona una ansiedad por regresar a verse como la sociedad dicta que debe ser: alguien esbelta. Consideramos que una talla es estar dentro de ese grupito de niños “cool” al que todos quisiéramos pertenecer para poder declarar que mi cuerpo y mi ser vale algo más. Esa situación de las tallas y su manera de hacer que las mujeres se sientan mal consigo mismas lo vivo a diario ya que la mercancía que llega a la tienda son puras tallas chicas; siendo la mediana la más elevada.
Imagínense una situación en la que llega una clienta que necesita una talla más grande de la M y se encuentra con objetos sin vida que le dicen a gritos que su cuerpo aquí no entra. Algunas mujeres dicen regresar cuando pierdan el peso extra, otras se quejan o se molestan y otras tantas se llevan las tallas que saben no les quedará.
Me es impresionante que constantemente las pláticas entre amigas consisten en eso: en búsquedas de dietas estúpidas y sentimientos de tristeza por subir una talla. Y aunque el movimiento de Body Positivity está muy activo en redes sociales y está siendo adoptado por marcas para sus estrategas de marketing, el sentimiento de ansiedad que las tallas ocasionan no cambia. He aprendido a pedir tallas más grandes para que mi cuerpo cambiante que tanto amor merece se sienta más cómodo y a no adaptar mi cuerpo a ellas. El grupo de niños al que solía querer pertenecer se ha desvanecido para crear un espacio seguro y cómodo para mi cuerpo. Lo nuevo, lo popular y lo que debe ser es encontrar algo, sin importar números inútiles en etiquetas, que te haga sentir libre de movimiento y de presiones sociales. Prendas que te hagan sentir tu ser más auténtico, porque al final de cuentas, no hay nada más “cool” que ser tú mismx.
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