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Durante siglos hemos sido testigos de la desesperada búsqueda por catalogar y definir la feminidad que se nos ha atribuido como mujeres…
¿Cómo debemos hablar?
¿Cómo debemos pensar?
¿Cómo debemos vestir?
Desde Christian Dior lanzando el “New look” en la década de los 40, hasta Hedi Slimane tratando de comprender el estilo de la mujer en la actualidad, la búsqueda por definir la feminidad no descansa, y más allá de dar por terminada la búsqueda por una definición que está lejos de aparecer, la moda, los medios y la política siguen empeñados en continuar esparciendo una idea que permea a nuevas generaciones de mujeres en repetición.
Y es que la realidad está clara, desde niñas se nos han enseñado los lineamientos básicos para no salir de la norma acostumbrada, entendemos que lo nuestro son los tutús y los moños y que más vale alejarse de los pantalones con estampados de dinosaurios o motocicletas porque “eso no es lo que vestiría una dama”. Y claro, podemos creer que la ropa no tiene mayor repercusión en nuestro desarrollo como sociedad, sin embargo, te invito a dar un paseo por el departamento de ropa de niñas de cualquier tienda comercial, entre vestidos de princesa y coronas, es fácil imaginar que las niñas están programadas para lucir “bellas” y “femeninas”, sin embargo, ¿qué es la feminidad en pleno 2020?.
Durante los años 20, y justo después de que el derecho a votar se convirtiera en una realidad en Estados Unidos, la moda femenina ganó un sentido de libertad que dió origen a las Flappers, quienes establecieron una nueva norma en la vestimenta contemporánea, basada en la soltura de la silueta, olvidando por completo los corsets y la figura de reloj de arena de la era victoriana, adoptando más bien rasgos andróginos y piezas que gritaban liberación femenina. Sin embargo, la victoria duraría muy poco. Con la llegada de la segunda guerra mundial también llegó la feminidad conservadora. Cinturas ceñidas, faldas amplias, y un elegante sentido de la maternidad y el lujo, muy a lo Christian Dior con su icónico “New look”, silueta que buscaba definir la identidad de la mujer de la época.
Así que está claro, los códigos de vestimenta y roles de género están más que arraigados en nuestra sociedad, cuya estructura ha sido construida bajo una clara mirada masculina. Prueba de ello es una de las tantas declaraciones del Presidente Donald Trump donde menciona que las mujeres que trabajen con él deben de “vestir como mujeres”. Cuestión que nos hace ver una vez más que la moda tiene una gran carga política y social, mediante la cual se ha buscado encasillar a las mujeres en seres sumisos, maternales, sexuales -bajo estándares masculinos por supuesto- y obedientes.
Fragmento sacado de las opiniones en el artículo “What men want women to wear” de Tribune
En tiempos donde desde directores creativos de firmas de moda, hasta políticos, tratan de definir y delimitar lo que es y viste la mujer del 2020, tenemos en claro que eso es una definición que sólo nosotras creamos diariamente, que evoluciona día con día y que es diferente para cada una de nosotras, se trata de ir más allá de definiciones y estereotipos y hablar más de lo que nos hace sentir poderosas, cómodas y bellas, bajo nuestra propia definición.
Vestir como mujer en el 2020 se trata de poder y autenticidad, de amor propio y comodidad, de abrazar nuestra feminidad pero también a nuestro lado masculino, entender que la moda no tiene géneros y que nosotras hacemos la definición de nuestra propia feminidad la cual va más allá de estándares, política y roles de género. Hoy, en pleno 2020 estoy convencida de que como mujeres estamos trazando un nuevo curso en la moda contemporánea, donde de una vez por todas, estamos guiando el curso de la misma hacia una feminidad que solo nosotras podremos definir con el paso del tiempo.
Instagram: @Kasstorress