Durante toda mi vida he escuchado a cientos de hombres y mujeres hablar sobre experiencias que les han sido impactantes, difíciles o confusas para ellos en la sexualidad. Y, a decir verdad, las clases de educación sexual en la mayor parte de las escuelas el contenido se quedaba corto y resultaba muy simplista. Comenzando por la escasa información acerca del propio cuerpo hasta la salud sexual, en su mayoría los textos terminaban concentrándose únicamente en parejas heterosexuales y el método anticonceptivo para evitar embarazos adolescentes; dejando fuera muchísimos temas de vital importancia. Principalmente, el consentimiento.
Hablar de consentimiento y consenso a simple vista parecieran la misma cosa, pero al detenernos a pensarlos y reflexionarlos en cada una de las relaciones, la cosa cambia.
El consentimiento gira en torno a la capacidad de acceder libremente a tener relaciones sexuales con otras personas, es decir, lo que se permite en la relación. Por otra parte, el consenso habla acción activa y explicita de acuerdos acerca del cómo y en qué contexto se llevará a cabo la relación y las personas involucradas (algo así como lo pactado). Estos aspectos coexisten activamente en la sexualidad, la persona con quien tener sexo y de qué manera –consentimiento- y eligen el método de protección o uso de anticonceptivos –consenso-.
Sin embargo, existen situaciones en donde la coerción, es decir la acción de presionar para tener prácticas sexuales, juega un papel poderoso en la decisión de alguien. Estas mismas pueden ser encontradas en: la constante presión o insistencia por tener sexo, el llegar a decir mentiras o promesas que no son verdad con la finalidad de obtener lo que desea, la divulgación de rumores, amenazas, el uso de un puesto o figura de autoridad, o llegar a la violencia física.
Aunque suene simple y fácil de identificar, no lo es. La persona envuelta en este tipo de dinámicas atraviesa por sensaciones de presión constante, incomodidad, tristeza, desconfianza, temor o culpa. Muchas veces, sin encontrar el origen de aquel sentir; debido a diferentes motivos como lo son los estereotipos, tabús o la romantización misma de la idea de la sexualidad. Acciones disfrazadas de ignorancia o simple confusión detonan frases como “tu comenzaste a seducirme” y provocan en el otro una sensación de responsabilidad acerca de la satisfacción de la pareja.
No obstante, la mejor manera de identificar la coerción sexual es reflexionar acerca de qué siente, escuchar los focos rojos de aquello que hace sentir presión, identificar la manera en la que la pareja reacciona y si hay convencimiento en el acto sexual y finalmente, tener presente que toda acción que no estés de acuerdo, no se hace. Sin importar que ya se haya comenzado.
Finalmente, si la persona que atraviesa por este tipo de situaciones ha dudado, se siente incómodo, triste o con culpa. Apartarse de la situación y ser directos y claros con la pareja acerca de cómo se siente puede abrir un canal de comunicación acerca de los acuerdos sexuales, sin embargo, hay situaciones donde a pesar de ser directos y claros con lo que se desea la otra persona no escucha, lo invalida, llega forzar o aplicar violencia con el otro, se recomienda alejarse de este escenario y acercarse con familiares o amigos para obtener ayuda o denunciar a las autoridades en caso de que se requiera. A su vez, es importante el área psicológica, encontrar a un profesional que funcione junto con la red de apoyo en una adecuada forma para llevar el caso y trabajar las cuestiones involucradas en el mismo.
No olvidemos que la mejor forma de desmitificar la sexualidad es hablando de ella.
Lic. Cynthia Gonzalez
Psicóloga
IG: @psi.cynthiagzz