A lo largo de los años los tipos de cuerpo y las siluetas que los favorecen han jugado un rol importante en temas de asesoría de imagen y consejos de moda; usualmente obtenidos de manera informal gracias a esas revistas de las que leíamos en salas de espera y supermercados.
Procesos casi numerados y estandarizados que aseguran poder lograr resolver las inquietudes que tenemos con nuestro cuerpo con un par de hacks visuales que en segundos estilizan la figura, desaparecen rollitos e imperfecciones, colores que resalten nuestro tono de piel y los accesorios perfectos para la ocasión.
Es evidente que este tipo de recursos aún son consultados y sobre explotados a manera de clickbait por las plataformas de moda, aunque por otro lado existen también aires de apertura y el anhelo de experimentar con el cuerpo y su movimiento. Con esto no quiero asumir que se han dejado de seguir las tendencias que nosotros mismos lanzamos a nivel social, sino que los diferentes movimientos sociales e ideológicos en pro de causas políticas, ambientales y espirituales han ido moldeando en mayor o menor medida la forma en la que consumimos.
Moda sustentable, closets responsables y artículos vintage o de segunda mano han llegado para encantar a muchos… estética y económicamente, en algunos casos. La idea de aportar a un cambio en nuestros hábitos de consumo y lo que los motivan resulta gratificante como parte de una responsabilidad social y ambiental pero creo que estos temas han logrado mucho más. Dejando de lado lo inevitable de las tendencias y lo contaminado de nuestras referencias estéticas al vestir provistas por lo cotidiano del consumo visual en redes, muy a su modo se han implementado nuevas siluetas y composiciones textiles.
Personalmente me alegra que los últimos años le he abierto la puerta de mi closet a piezas variadas y a probar con layers, colores, texturas y volúmenes… ¡ya era hora! tanto negro me tenía en un ciclo de monotonía que aunque era sencillo de lavar en una sola carga de ropa, ya tenía harto a más de uno y que formaba más parte de una rutina y de la cómoda zona de confort.
¿Cuándo fue la última vez que adoptaste una pieza exótica o inusual en tu closet?
¿Lograste usarla en el mundo fuera de tu cuarto o terminó como gusto culposo?
Retomo la idea de que el vestirnos debería ser un acto que se haga con gusto e incluso divertido, que esta prueba y error frente al espejo, con tu canción favorita de fondo sea el mejor momento de self-care del día. Que veas estas combinaciones como múltiples fases de lo que servirá como aliado para salir a recorrer las calles camino a cumplir tu agenda de hoy y sea una dosis de empoderamiento propio, sensorial y estéticamente.
Salir de las escenas clichés de las compras en centros comerciales y lanzarse a la aventura del desconocido inventario de un mercado, la colorida selección de ropa de un bazar vintage en el centro, el azar de texturas brindado por las plataformas de trueques en línea o incluso optar por un bonito y delicado hecho a la medida por algún diseñador local.
Olvidar el cúmulo de tips de temporada y priorizar nuestras necesidades físicas, visuales y de expresión según se nos antoje aunque sea lunes a las 5 a.m. y estés a punto de salir y sobrevivir a tu clase de las 7a.m. sin caer rendida de sueño. Salir con la falda y los plataformas de flores con calcetas de colores que van con tu mood del día y que no te has atrevido a usar fuera de las cuatro paredes que conforman tu habitación. Que si las proporciones, los colores, el salir entaconada a la escuela y manejar así son solo algunas de las excusas que han logrado frenarlo.
¡Atrévete a usar esa chaqueta de color brillante, esa prenda oversize, esos zapatos con glitter…!
Nobody cares.
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