La ropa siempre ha sido subjetiva, lista para ser juzgada por el espectador, pero nunca ha sido callada. Son los estilos de cada individuo los que nos dicen dónde pertenecen. El estilo que la gente elige representar a diario nos indica a qué subcultura ellos responden y de qué se inspiran para expresar abiertamente al mundo “éste soy yo”. Dentro de la moda es conocido que existen críticas de lo que está “in” y lo que no; lo que es hermoso y lo que es “chafo”. De todos estos comentarios salen actitudes discriminatorias y de rechazo ante ciertas subculturas que coexisten con otros grupos de personas dentro de una misma ciudad. Esta negación constante de la imagen de alguien externo a nuestro grupo social crea un gigante círculo de ignorancia y división que no nos ha permitido vivir en paz.
El pasado 27 de mayo salió en Netflix la película “Ya no estoy aquí” que toma vida en la ciudad de Monterrey hecho que nos ha recordado que el clasismo en México es fuerte, y lo es más aún en el Noreste del país.
Para aquellos que no la hayan visto, la película trata sobre Ulises, un integrante de la pandilla de los Terkos que forma parte del Simbolo Star. Todo el grupo el cual Ulises lidera vive en la zona de la colonia Independencia, uno de los barrios más populares de Monterrey donde los narcos tomaron plaza en la era de la llegada de los Zetas a la región. La película que dirigió Fernando Frías data la historia de Ulises, su amor por la cumbia colombiana y cómo es que a través de un malentendido dentro de las pandillas él es forzado a huir a Nueva York. Para no hacerles el cuento largo, es una obra de arte. Específicamente porque nunca antes había visto una película donde se viera representada la subcultura cholombiana de tal manera que se entienda perfectamente su amor por la música, moda, religión y el sentimiento de unión de un grupo de personas. Durante toda la narración la ropa juega una parte importantísima en la manera en que la historia es contada. Desde un inicio, sin conocer la historia completa, podemos reconocer quiénes pertenecen a qué pandilla y cómo lo usan para sentirse parte de algo más grande que su realidad.
Cuando Ulises es forzado a mudarse a los Estados Unidos se encuentra trabajando de obrero en NYC. En ese momento en el filme hay una escena en la que un hombre americano le pide tomarle una foto debido a su estilo tan diferente. Cuando vi eso mi cabeza se fue a pensar cómo sería si un regiomontano, externo a las colonias populares de la región metropolitana de Monterrey, viera a una persona con el aspecto de Ulises en la calle. Por instinto podría decir que le sacaría la vuelta, que el miedo a su aspecto sería tanto que preferiría ni siquiera mirarle. Sin embargo, esa es la base de la diversidad; la distinción entre aquellos que lo aceptan, y los que lo niegan al grado de siquiera querer verlo.
Tanto es el rechazo de la diversidad en el noreste, que muchos regios comenzaron a anunciar en Twitter que la película no era representativa de lo que es la ciudad de Monterrey, ellos pedían a sus seguidores que no pensaran que “vivíamos” de esa manera, ya que no era para nada la realidad en la que ellos habitan. Esta fue una respuesta muy equivocada ante Ya no estoy aquí, porque negar una realidad distinta a la tuya no significa que no exista.
No logro entender cuál es la necesidad de aquellas personas que pidieron no asociar la película con Monterrey de definir específicamente quiénes y cómo viven aquí. ¿Qué no la diversidad es lo que enriquece a un lugar? Si todos fuéramos iguales y vistiéramos la misma blusa que una blogger nos enseñó de Zara, ¿dónde quedaría el arte, la diversidad y la cultura? En lo personal el arte está en el conjunto de camisa y pantalón amarillos con estampado de paliacate que Ulises usó mientras bailaba una cumbia rebajada. Está en las formas en las que los Terkos se cortan el pelo y lo estilizan a diario. Éste se encuentra en la devoción que tienen los integrantes de la pandilla por la música, religión y el baile. El arte está en donde te niegas a ver por miedo a lo que es distinto a ti.
Esta película que nos recuerda que lo que le apasiona a los demás, a pesar de que no sea igual para ti, es algo que nos define tanto como individuos, que perderlo es perderse a uno mismo. Ya no estoy aquí nos trajo de vuelta a realidad para entender que aquí, en Monterrey, vivimos todos, libres, locos y diferentes.
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