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La rebelión de los calzones

Por Belén Huerta

Alguna vez leí que en Estados Unidos, cuando las mujeres se organizaban para exigir su derecho al voto, tenían que moverse en bicicleta. En ese momento, el corset que no las dejaba respirar libremente, se quedó en casa mientras pedaleaban hacia las urnas, a raíz de esto una duda invadió mi mente: ¿Será que parte de la revolución femenina, está vinculada a la ropa interior?

Tres mujeres que hicieron historia a lomos de una bicicleta ...

Así que me puse a investigar e intenté descifrar las diferencias entre lencería y ropa interior. Mientras más buscaba, llegaba a la misma conclusión: ambas cumplen la misma función de vestir nuestra intimidad; aunque con diferentes propósitos. Por un lado la ropa interior está diseñada para ser cómoda y para uso cotidiano, mientras que la lencería tiene una asociación con la sensualidad.

Entonces, ¿la sensualidad está peleada con la comodidad? O peor aun, ¿la sensualidad no es algo cotidiano? La obra de Barbara Kruger -artista y activista feminista- “Your body is a battleground” / “Tu cuerpo es un campo de batalla”, aparecía en mi cabeza con estas preguntas.

Con tanto por hacer en la lucha feminista, nuestro cuerpo sigue siendo el primer campo de batalla por defender, vestirnos o no, se convierte en todo un acto político. Sin embargo, esta lucha no solo debe pelearse en las calles o en lo legislativo, la defensa de nuestros cuerpos empieza en lo privado.

Hasta hace poco Victoria’s Secret seguía apostando por el mismo estándar de belleza con el que hemos crecido, alejado de cuerpos reales. Y aunque VS intente defender sus desfiles como un evento lleno de fantasía, lo cierto es que sus ángeles no nos representan. No todas medimos 1.80, ni tenemos piernas largas, no todas somos 90-60-90; y está bien. Puedo medir 1.50 y sentirme exquisita, puedo medir 100 de cintura y verme como la diosa que soy. Las mujeres no queremos ser una fantasía, queremos ser reales.

Sentirte bien contigo misma es revolucionario, por eso mismo, la lencería no debería tratarse sobre quién te la quita, sino sobre cómo te hace sentir. Y en la industria de la moda, hay toda una tradición sobre a quién va dirigida la lencería: los hombres.

Las mujeres seguimos siendo vistas como objetos sexuales, a los cuales se les incita a ser atrevidas y sexys para el deseo masculino, pero en nuestra vida cotidiana se nos exige ser reservadas, delicadas y santurronas.

Según Eduardo Galeano, la castidad es un deber femenino y el deseo como la razón, un privilegio masculino. Ese deseo del que habla Galeano, ese placer que todas deberíamos conocer, está ligado a los estándares de belleza que tenemos escritos en la cabeza, y des-aprender lo que llevamos toda la vida normalizando es un ejercicio de todos los días.

Nuestra sexualidad sigue siguiendo un tema que se habla en voz bajita y aprender sobre erotismo, es reconocer que para nuestro placer, no es necesario un hombre. Esto podría explicar por qué a muchos les conviene mantener una industria con una belleza de fantasía, en el que las mujeres puedan estar más ocupadas tratando de alcanzar ideales imposibles, que reconociendo su propia belleza frente al espejo.

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Aquí es donde creo que la ropa interior está funcionando como aliado.
Poco a poco han ido surgiendo marcas que proponen redefinir el sentido de seducción, en el que lo importante es la comodidad y no la hipersexualización para el deleite masculino. En todo caso, si alguien debería sentir placer con el encaje y las transparencias, deberíamos ser en primer lugar, nosotras mismas.

Con esto no intento decir que es cosa del diablo vestir un liguero para usarlo con tu pareja, no lo es. No creo que nuestra sensualidad sea incompatible con el feminismo, al igual que lo delicado no significa que no sea poderoso. Por el contrario, sentirnos seguras en ropa interior sin preocuparnos por cómo nos vemos, me parece empoderador.

Más de una vez me sentí como “mala feminista” cuando me preguntaban, -¿pero te gusta la lencería porque de verdad te hace sentir segura y sexy, o te sientes sensual según las reglas dictadas por la sociedad? Pero ahora me parece que si aun con todos los estereotipos de belleza -a los que no llego ni de broma- puedo sentirme segura en tanga, ese día le gané al patriarcado, y esto es, un día a la vez.

Es por eso que me parece interesante cómo las mujeres nos hemos apropiado de lo que nos pertenece, y los calzones y sostenes que usamos, tienen un sentido distinto que ya no está limitado a la intimidad ni a las medidas de nuestro cuerpo. Cada vez es más común encontrar variedad en tallas, telas pensadas en la comodidad y uso diario, adecuadas para que nuestra piel respire, y ¿por qué no? encajes y listones que nos hacen sentir sensuales todos los días.

Aunque aun falta mucho camino por recorrer, la celebración del cuerpo femenino desde una perspectiva feminista, ha permitido el florecimiento de cambios en la industria de la moda. Y nosotras hemos llevado este orgullo al espacio público, en el que mostrar la ropa interior o llevarla encima sin vergüenza, resulta un gesto revolucionario.

Si alguna vez dejamos el corset en el armario para respirar libremente, hoy lo sacamos a la calle y gritamos: mi cuerpo, mi decisión.

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