La semana pasada me entregaron en mi casa una caja muy especial. En ella venía una muñeca creada por mi amiga Ale Vega que forma parte de su tesis titulada Picosa. Junto con ella venía una carta pidiéndome de favor vestir a la Mona de forma que ella se sintiera cómoda para salir de su caja a pasear por las calles de México. Mi labor como feminista era reflexionar sobre qué prendas ayudarían a que la Mona se sintiera fuera de peligro ya que el trasfondo de Picosa es crear la discusión sobre cómo la ropa no tiene la culpa de la violencia que sufrimos las mujeres en las calles, pero sí funge como un medio de reflexión. Después de haber leído las instrucciones de lo que debía hacer me puse a pensar qué usaría yo para sentirme segura al salir. Mi primer pensamiento automáticamente fue algo que cubriera mi busto y mis caderas; prendas que fueran tan holgadas que no se pudiera distinguir si mi cuerpo se podría considerar “deseable” al ojo de un hombre. Pero mientras más pensaba en qué podría considerarse la ropa “segura” me di cuenta que, para mí, no había tal cosa que me quitara el miedo. Y como no quería quedarme sólo con mi opinión, pregunté por medio de Instagram la misma interrogante, las respuestas fueron exactamente lo que esperaba.
Considero que existen pocas mujeres que sienten poco o nada de miedo a la hora de salir a la calle en nuestro país, por ende, asumí que la mayoría respondería con algo concreto sobre sus planes por cubrir su cuerpo para no ser culpada por vestir “provocadora”. Y es que el constante señalamiento a la ropa de la mujer que ha sido violentada, es lo que nos ha llevado desde pequeñas, a vestirnos buscando el pudor y la modestia. Sin embargo, cuando busqué el fundamento de dicho hábito me topé con la Biblia. Eso para que vean sí me tomó por sorpresa, principalmente porque nunca se me hubiera ocurrido que algo tan sencillo y vano viniera tan arraigado a la religión. Sin culpar necesariamente al catolicismo, o cristianismo, me daré la libertad de citar el versículo 1 Timoteo 2:9-15 para ponernos en contexto:
Posterior a leer esto me saltó la curiosidad de por qué y cómo, después de tantos años y tanta lucha, continuamos bajo el hábito de escuchar esa voz en nuestra cabeza que nos dice que de no vestirnos con pudor y modestia, nuestro valor como mujeres baja y la violencia contra nosotras aumenta.
El pudor como hábito nos ha llevado a considerar que la culpa de ser violada la tiene ella por no seguir las instrucciones de una mujer cristiana. Pero, ¿qué significa realmente vestir con pudor y modestia? Porque si dentro de esa categoría entraría una vestimenta estereotípica femenina, pero sin escotes ni bastillas cortas, lo último que consideraría al salir sería ser pudorosa. Digo esto porque, así como las demás respuestas que recibí, al ir a exponerme al mundo lo último que quiero asimilar es ser mujer. Triste, y verdaderamente, la mayoría del tiempo procuro vestir de forma estereotípicamente masculina, de forma holgada, que en primera instancia alguien que me viera pudiera considerar que soy hombre. Reflexionando sobre este tema, como nos invita a hacerlo Ale a través de Picosa, es que lo único que realmente me hace sentir a salvo es pretender que soy un hombre porque tengo a mi mente acostumbrada a pensar que ellos no peligran de la misma manera que yo. Esto significa negar una parte esencial de mi ser para tratar de asegurar que ese día un hombre no me vea como próxima presa. Algo muy difícil para poner sobre la mesa, pero necesario para mi evolución como feminista ya que es una forma de deconstruir mi realidad y llegar al punto de sanación para poder decir “lo que me suceda en la calle no es culpa mía. Lo que vista no cambiará lo que se vive en este país.” Porque la realidad sí es esta: la responsabilidad no la tiene la ropa que visto, la tiene la sociedad en castigar al que comete el delito, la tiene quien nos violenta. Si mi ropa verdaderamente tuviera un impacto en la sociedad y la violencia que se vive a diario, las violaciones hubieran terminado hace mucho tiempo; porque por 25 años de mi vida he procurado salir con pudor y modestia a las calles de México y eso no ha cambiado nada en lo que vive la mujer día a día.
La moda sí es un lenguaje social muy importante, sin embargo cuando de violencia se trata, ésta ya no tiene nada que decir al respecto. Cambiemos el discurso habituado y dirijamos la culpa a aquellos que ejercen la violencia sobre nosotras.
Instagram: @Alinatijerina