Esta semana regresé a dar mis primeras clases del año y al introducirme con mis alumnes, como usualmente lo hago, caí en cuenta que prácticamente los últimos 9 años de mi vida han girado en torno a la moda. Comenzando desde el día que ingrese a la licenciatura, vendiéndole mi alma a una industria en la que 9 años después sigo ejerciendo, a veces como maestra, otras como creadora de un medio, pero siempre hablando, enseñando, escribiendo o compartiendo moda.
Durante años esto me hizo sentido. Cada junta, proyecto, editorial e incluso desfile, se percibía como lo obvio. La moda en mi vida se sentía tan natural como otras profesiones, sin embargo este sentimiento orgánico se desvaneció en marzo del año pasado cuando la vida de cientos de miles de nosotres se vio sacudida por el anuncio de una pandemia, un término que sentíamos tan ajeno y utópico, que hoy en día, casi un año después, se siente como la única realidad existente.
Ese anuncio sacudió nuestras vidas, vimos a miles de personas enfermar y morir, al personal de salud tratando de salvar vidas y poniendo en riesgo las de ellos mismos, a personas perdiendo sus empleos y con ello el sustento de sus familias, la desigualdad de la que algunos de nosotros nos hemos beneficiado y otros se han visto afectados durante siglos nunca había sido tan notoria, fuimos testigos de un mundo enfermo, polarizado y desigual, que si bien yo creía estar consciente de ello, al enfrentarme al encierro y encontrarme sin las distracciones del día a día, me cayó como un balde de agua fría que puso en perspectiva los últimos 9 años de mi vida.
Hay miles de personas muriendo en cuestión de semanas ¿A quién le va a importar cuáles son las tendencias de calzado 2020? ¿Qué relevancia tiene un editorial con 2 modelos vestidas de tul cuando existen personas enfrentándose a la muerte diariamente? ¿Qué sentido tiene hablar de moda en un mundo que vive una crisis sanitaria, política y económica? ¿Qué sentido tiene la moda al final del día?
En cuestión de días, 9 años de mi vida se fueron por el resumidero y me enfrenté a la crisis existencial a la cual nunca creí enfrentarme, al final del día si de algo había estado segura en mi vida, era que había elegido como mi carrera a mi pasión más grande, esa que juré me daría felicidad toda mi vida. Sin embargo, por primera vez en 9 años me encontré sin encontrarle sentido a mi trabajo, dudando de mis propias motivaciones y la veracidad de las mismas. ¿Qué sentido tenía trabajar en una industria que sólo busca vender al mismo tiempo que otras personas se encontraban luchando por las vidas de miles? Porque sí, esa industria que durante años me dediqué a defender a capa y espada intentando borrar estereotipos que la tachaban de vacía y frívola, parecía vivir en una realidad alterna comercializando cubrebocas con cristales a cientos de dólares o creando desfiles con vestidos kilométricos altamente innecesarios en medio de una pandemia donde cientos de familias perdían su sustento diario, donde ninguna gala de beneficiencia iba a solucionar algo.
¿Durante 9 años defendí esto? ¿Qué sentido tiene ahora? Cientos de preguntas inundaban mi mente al mismo tiempo que me debatía entre continuar con el medio o cerrar lo que por años me había llenado de alegría e inspiración. Sin embargo, después de semanas de introspección y cuestionamientos, así como de meses de terapia, logre resignificar el sentido de la moda, primero de forma personal y después en colectivo.
Entendí que aunque la moda, como todas las industrias, existe con un fin capitalista, ha sido durante décadas un espacio donde miles de personas hemos encontrado inspiración, alivio y confort, donde muches han encontrado la oportunidad de hacer realidad sus sueños, de incluir a más personas en ellos, donde se han creado iniciativas que buscan el bien común, donde cientos de voces ha encontrado en ella una forma de expresión, donde se han creado plataformas independientes, donde durante los últimos años cientos de personas han buscado resignificar la belleza, cuestionarla, retarla, donde hoy se está luchando por una equidad y diversidad real, donde nos falta mucho por aprender, corregir, erradicar y mejorar, pero que sigue evolucionando y dando sentido a la efímera vida de miles de nosotros. Porque si algo nos ha enseñado esta pandemia, es la impermanencia del ser humano, lo efímero de la vida y como en ocasiones el arte, la música, la comida, o la moda, pueden servir como un aliento en momentos donde casi nada tiene sentido.
Por ello hoy después de meses donde casi nada me hacía sentido, quiero agradecer a cada creative y colega que me rodea, que a través de su arte, proyectos e iniciativas, me han ayudado a entender el porqué de la moda, el arte, la música y todo eso que en algún momento se sintió carente de sentido. Hoy a través de su trabajo, esfuerzo, pasión y valentía entiendo el valor de lo que hacemos y cómo esto que definitivamente no está salvando vidas, le está dando sentido a muchas otras.
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