La primera vez que me bajó tenía 11 años. Desde entonces, no recuerdo un solo mes en el que no odiara mi sangrado. Manchaba el uniforme de la escuela, los pijamas, la cama. Con el tiempo, me aleccioné durante mi periodo a sentarme de ladito, a no caminar mucho o correr y a vestir de negro para disimilar cualquier cosa (llámese: toalla torpe que se movía). Era tiro por viaje que me quedara tiempo extra en el baño para lavar lo que había ensuciado. O que le pidiera consejos a mi mamá para quitarle las manchas rojas a mi ropa.
A la incomodidad gradualmente se sumó la inflamación de la piel, picazón, ardor y hasta irritación. Usar toallas desechables entonces se volvió mi peor pesadilla. Durante lo que duraba mi periodo (soy de carrera larga) debía usar estas cosas plásticas mañana, tarde y noche. Durante años evité hablar del tema porque #pudor y #privacidad. El tabú me llevó a mantener estas molestias en secreto.
Un día, de plano no quise dormir con la toalla. Me la quité y dejé fluir todo durante la noche. Al despertar, claro, había manchado. Pero entonces pensé: “Si de todos modos me la paso lavando calzones y ropa porque soy un desastre con las toallas, ¿por qué no hacerlo consciencia?”
Es decir: es mi sangre, ¿no? Es parte de mí, entonces, ¿por qué tanta aberración hacia ella?, ¿por qué mes con mes me empeño a ignorarla, a no verla, a no tocarla?
Y así, luego de muchos años de creer que menstruar era sucio (casi una desgracia), este último año, poco a poco, he hecho las paces con mi sangrado. Igual no te voy a mentir, se necesita de mucha paciencia y también tiempo, sobre todo para aprender de tus flujos y ciclos.
Sangrar libremente no significa estar sin calzones y andar por ahí manchando todo. Al principio, muy al principio, puede pasar, pero el conocimiento sobre tu cuerpo y trabajar los músculos del suelo pélvico te ayudan a aguantar y expulsar tu regla cuando vas al baño. A mis casi treinta, me di cuenta de que el flujo no es una fuente siempre en acción. Sí hay días en los que es más abundante y constante, pero la sangre por lo regular emana cada cierto tiempo o después de caminar muy rápido o hacer un gran esfuerzo. Puede salir también al ir al baño o cuando estás en la ducha.
Digamos que es una sensación como de algo caliente que pasa por el cérvix. Eso es un aviso de que la sangre apenas va a salir. Puedes tomarte un tiempo y caminar tranquilamente al baño (con el confinamiento, el proceso resulta más sencillo).
Vas aprendiendo a conocer tu cuerpo conforme lo practicas y empiezas a tener control sobre lo que le pasa.
Al inicio puedes elegir algunas prendas específicas para los días que estás sangrando. Esto no significa “echar todo a perder”, hay varios métodos para empezar. Yo, por ejemplo, opté por las toallas de tela.
Mi mamá me contó que, durante su periodo, usaba compresas. La economía no estaba para métodos más novedosos, así que mi abuelita la dotó de tela para hacerse sus propias toallas. Ella las recuerda como un dolor de cabeza, porque debía lavarlas y estar al pendiente de que ningún hombre de la familia las viera. Era como una falta de respeto a los ojitos masculinos. En fin…
Poco antes de la pandemia, mi mamá me habló de su experiencia y vi que usar pedazos de tela no estaba tan loco, como antes llegué a pensarlo. Sí, podía resultar más trabajo, pero a la vez una oportunidad de ver, tocar y entender mi sangre. Darme minutos para dejar de ver lo que sale de mi cuerpo con asco.
Y bueno, antes de confeccionar mis propias toallas, en un bazar encontré dos toallas de tela con diseños y toda la cosa. Las compré e hice la prueba. Veredicto: son cómodas, absorbentes fáciles de usar y lavar. Normalmente las utilizo cuando me toca salir de casa y no puedo ir las veces que quiera al baño.
He de decir también que he ahorrado en paquetes de toallas: que si las normales, las nocturnas, para el flujo. Ahora solo se trata de jaboncito neutro y agua. 10 de 10.
menstruantes, y eso está bien. La idea no es romantizarlo, sino normalizarlo, hablar de lo que ocurre con nuestro cuerpo y mirarnos sin repulsión. Dejar que otros nos digan cómo tratarnos a nosotras mismas. Tomar el control de nuestro cuerpo y decidir lo que es mejor para él, lo que nos hace sentir realmente cómodas.
Quitarme la toalla y hacerme cargo de mi sangrado me ha hecho conocer y querer más mi cuerpo. Abrazar y admirar mis flujos menstruales. Me ha hecho quitarme de muchos prejuicios e ideas que solo me enfermaban.
Te comparto mi experiencia por si tú tampoco te llevas bien con las toallas desechables, o si la copa no la encuentras cómoda. Hay muchas opciones, hay para todas.
Si te quedaste con algunas dudas, no te pierdas mañana la entrevista con Celeste Campos. Platicamos sobre sangrado libre: recomendaciones, ejercicios y más. “Piña”, como también se le conoce en redes sociales, es psicóloga y sexóloga educativa. Se enfoca en temáticas de menstruación consciente, diversidad sexogenérica, salud sexual y reproductiva, modelos relacionales, placer y erotismo.
¡No te la pierdas!
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