Cómo es posible que el espéculo vaginal siga siendo el mismo desde 1840, y siga siendo el go-to device para los exámenes pélvicos. Ese fue el año en que se diseñó, y honestamente el que se sigue usando hoy en día no se diferencía mucho de ese primer modelo.
Ok, esto fue lo que me pasó hace un par de semanas. Mi doctor, el que me va a ayudar a congelar mis óvulos, me pidió hacerme un sin fin de estudios. Estudios de sangre, ultrasonidos vaginales y cultivos. En la clínica donde él atiende no hacen estos estudios, por lo que tuve que ir a un laboratorio a hacérmelos. El doctor me pidió hacerme una histerosonografía, que es una técnica de ultrasonido más especifica para poder ver bien el interior del útero. Para poder hacerlo se introduce una sonda por la vagina, como un especie de “globito”, que se va inflando con agua para poder ver mejor el útero. Esto significa que para introducir la sonda se tiene que utilizar el instrumento que tanto odiamos las mujeres, lo que conocemos como el espéculo vaginal, o en términos más coloquiales “el pato”.
Como paréntesis, mi ginecóloga de cabecera (a quien amo y adoro) la doctora Cynthia Dickter, conoce mi historial médico, por ende sabe que padezco de vulvodinia y disfunción de piso pélvico. Cuando me toca revisión, ella usa un espéculo de plástico chico, y además lo hace con un cuidado y una gentileza que logra que el examen pélvico no sea una tortura para mí. Cuando te consienten así, es difícil encontrarlo en otro lado.
¿Es un procedimiento invasivo? Sí. Y, los doctores que digan lo contrario claramente son los que no tienen vagina. Si para una mujer que no padece de algún desorden vulvovaginal es incómodo y a veces doloroso, imagínense lo que es para una mujer con vulvodinia.
Siguiendo mi historia de aquel día, llego al laboratorio y lo primero que pregunté fue si de casualidad la histerosonografía me la puede realizar una mujer. Me dijeron que no había doctoras en turno en ese momento. Primera decepción. Aún teniendo una cita previa, tuve que esperar como 30 minutos a que alguien me llamara. Cuando escucho mi nombre, me levanto para seguir a la persona y me indica el camino a otra salita de espera. Otros 10 minutos ahí. Por fin, me pasan para poder cambiarme y dejar mis cosas en un locker, me dan unos pantalones y una camisa de papel, me piden que vaya al baño a hacer pipí, y después me pasan al cuartito de examinación. Llega el doctor, se presenta muy amablemente, y empieza a explicarme detalladamente cómo será todo el procedimiento. Me pregunta si me tomé algún analgésico para el dolor, e inmediatamente hice cara de sorprendida, pues nadie me lo hizo saber. El doctor me dijo que no me preocupara, que voy a sentir como un cólico fuerte, pero nada grave. Una vez más, cuando alguien te dice que un cólico no es grave, esa persona no tiene útero.
Después de toda la explicación me pide que me acueste en la cama y en ese momento le comenté que tengo vulvodinia y disfunción de piso pélvico, por lo que le pedí de favor que lo hiciera lento y con mucho cuidado. Me dijo que claro que sí. Honestamente no supe identificar si él sabe realmente lo que es la vulvodinia, pues no hizo ningún comentario al respecto. Ya acostada, cuando lo único que ves es el techo, empecé a hacer mis técnicas de respiración e intenté relajarme lo más que pude. De pronto, empiezo a oír como un ruido de metal, e inmediatamente me levanté y sólo por respeto no me reí, pero me sorprendió muchísimo que sacara un espéculo de metal. Segunda decepción. ¿Es neta? Mi cabeza no concibe que todavía hay doctores en el mundo que lo siguen usando. Ese instrumento, que fue creado por un hombre, hoy en día debería de estar exhibido en el Museo de la Tortura, y después, cuando exista, en el Museo del Sexismo y Patriarcado.
Mis siguientes palabras fueron, “Doctor, con todo respeto, pero la única manera de que eso (señalando al aparato con juicio) entre en mi vagina es si me das las drogas que le daban a Michael Jackson. Hay sólo dos opciones, o me duermes, o por favor consigue un espéculo de plástico.” Y así fue. Sacó el de plástico, y me fue mucho mejor. Claro que de todos modos sentí dolor, claro que estaba tensa, claro que estaba incómoda, claro que se me salieron las lágrimas. Aún así, seguí respirando, tratando de relajarme lo más posible.
Cuando acomodó la sonda ya estaba más tranquila, sí me dio un poco de cólico, pero me distraje al ver en el monitor el interior de mi útero. Ya casi estaba sintiéndome mejor cuando el doctor me aplica el chistesito de que a partir de ese momento el procedimiento tardará como una hora. Se ríe de su broma malísima, y así llegó mi tercera decepción. Seguida de la cuarta, cuando al acabar bromea que la parte dolorosa todavía no empezaba. Y se vuelve a reír. No creo que a nadie le causen gracia esos chistes, y menos para lo que se paga por esos estudios. Ojalá alguien se atreva algún día a decirle. Yo no lo hice porque lo que más quería era salirme de ahí. Aún así, me sentí orgullosa de haber alzado la voz, de exigir otra opción, y que me hayan escuchado. Probablemente en otra época me hubiera aguantado, porque “así es”, y me hubiera quedado callada. Sin duda, el feminismo me ha ayudado a usar mi voz.
Todo el Uber de regreso no dejé que cuestionarme la infinidad de razones por las que no han creado una versión de espéculo nueva y menos invasiva. Me pregunto si no hay interés, me pregunto si es por desigualdad de género, me pregunto si realmente se piensa que es normal que las mujeres lo aguantemos, me pregunto si no es una prioridad, y así mi cabeza dando mil vueltas hasta que me acordé de las mujeres que están al frente de esta misión. Girl Power All The Way!
La marca Yona, basada en San Francisco y el proyecto Australiano Veda Scope, también de mujeres traen toda una innovación, tecnología y diseño para el bienestar y comodidad de la mujer, y que pueden cambiar la historia del espéculo, pero la triste realidad es que la mayoría de estos proyectos no tienen fondos, y como todo emprendimiento el proceso para conseguir inversión es tardado. Más cuando se trata de algo que busca tener accesibilidad a toda mujer en este mundo. Es importante apoyar y difundir estos proyectos creados por mujeres y que invitan al cambio. Aunque todavía no los veamos en los consultorios, de cualquier forma es un comienzo, están allá afuera, se está hablando del tema, se está haciendo algo al respecto y ruego porque más ginecólogas y ginecólogos se sumen a estas nuevas iniciativas. Ruego porque mi futura hija, que sigue siendo un alma como las de la película de Soul, ya no le toque un examen pélvico invasivo y doloroso.
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