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feminismo

¿Por qué siguen existiendo los concursos de belleza?

Por Pame Clynes

Me he estado cuestionando por qué siguen existiendo los concursos de belleza, a.k.a Miss Universo. La verdad ya no lo tenia mucho en el radar hasta que vi los anuncios en la entrega de los Óscares, y justo lo comenté con mi mejor amiga. Las dos nos preguntamos al mismo tiempo “debería de estar ya prohibido, ¿no? Puse la pregunta en Instagram y recibí muchísimos DMs de mujeres y algunos hombres de acuerdo con que no exista más.

Y, bueno, ni se diga de los concursos y festivales de belleza infantiles. Aplicar Botox a una niña de 6 años debería ser ilegal. Así como lo leen, se llama Britney Campbell una concursante sometida y presionada por sus papás a un combo de depilación con cera y Botox para la competencia. Claramente como Britney hay miles. Creo que el hashtag de #FreeBritney aplica perfectamente para este caso también.

Ok, sí, qué orgullo que ganó la mexicana, pero por más progresistas que seamos en unas cosas, el certamen de Miss Universo nos lleva muchos pasos atrás. Por un lado parece que seguimos alabando ese cuento de hadas a la antigua; la historia de princesas que tienen el derecho a una corona y un bouquet de flores. En la vida real, la corona es de oro y platino, con mil 371 piedras preciosas, que vale más o menos 120 mil dólares.

Por otro lado, este tipo de entretenimiento es una cosa más que se suma a la lista del patriarcado, guiado por nuestra sociedad misógina y sexista que ve a las mujeres como un objeto de consumo. ¿Realmente es importante competir por el título de la más bella del mundo? No, no lo es. Me queda claro que para las que participan sí lo es, y no las juzgo porque no es su culpa aspirar a ello ya que es una conducta aprendida.

Digo, no voy a dejar a un lado que el premio es bastante tentador. La ganadora no sólo recibe un salario 250 mil dólares durante su año de reinado, también recibe joyas, ropa, zapatos, accesorios, viajes, tratamientos de belleza, y también atención médica personalizada. ¿Se me antoja y me da envidia? Por supuesto que sí. Pero, qué se esconde detrás de todo este glamour, fama, dinero, y millones de papelitos de colores volando de celebración.

Se esconden los desórdenes alimenticios, la presión social, la salud mental, la ansiedad, el estrés… ¿Les parece correcto que dos concursantes salen en un video rogando por un KitKat y que les digan que no? ¿Apoco sólo queda la opción de ser Sandra Bullock en Miss Congeniality y usar su propia pistola como defensa para que no le quiten una dona?

A nosotros nos toca ver sonrisas y lo que se considera como perfección, pero lo que pasa dentro de un cuerpo y mente sometidos a tal nivel de presión, al “deber ser” de los estándares de belleza, y a tal nivel de presión no se ve en la televisión. Ni siquiera lo platicamos. Criticamos primero si nos gustan o no los vestidos, si las consideramos lo “suficientemente” guapas, o si son realmente inteligentes.

No quiero que se malinterprete mi punto de vista, no estoy juzgando la belleza femenina. Admiro DEMASIADO la belleza de las mujeres. Con lo que no estoy de acuerdo es con lo dañino que puede llegar a ser el sistema que sigue celebrando una competencia banal, y que se dedica y cobra por impulsar los estándares de belleza inalcanzables. El hecho de que se haga el intento de ser inclusivos, como aceptar a la primera mujer transgénero en el concurso (Miss España 2018), o permitir la exposición de cierta protesta feminista, política y social, no borra el sexismo que representa. No olvidemos que Donald Trump era el dueño de esta empresa. I mean, come on.

El mensaje que le llega a niñas y jóvenes es el incorrecto y es sumamente peligroso. Es el que permite que millones de adolescentes se sientan inseguras con como se ven. Es el que permite que en las escuelas los niños y jóvenes hagan listas de rankings de belleza y de cuerpo.

Es el que miles aspiran a querer ser como ellas, no por su carrera en ingeniera en Software, no por su altruismo, no por su apoyo a la comunidad LGBT+, sino por su cara y cuerpo. Lo que permite que dejen de comer o que empiecen conductas de trastorno alimenticio y/o desarrollen un trastorno dismórfico corporal.

Es el resultado de que la mayoría de las mujeres queramos cambios drásticos en nuestros cuerpos: aumentar, disminuir, encoger, cambiar de color, eliminar todo tipo de vello corporal, etc. La mayoría de las mujeres que participan en los concursos de belleza se someten a operaciones de pecho, pompas, nariz, pómulos… combinado con tratamientos “antiedad”, Botox, y todo lo que nos venden para ser todo menos lo que originalmente somos.

Me atrevo a decir que todas las mujeres, y me incluyo por supuesto, hemos tenido/tenemos esos momentos de querer cierta validación por nuestro físico. Le dedicamos mucha energía a esto, y por eso nos cuesta trabajo aprender lo mejor de nosotras y lo que realmente vale la pena: nuestro valor como seres humanos. Rezo que llegue el día en el que podamos leer el headline en todos los medios sobre la caída de Miss Universo y de sus cómplices.

Instagram: @pameclynes y @peacewithpain

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