Reflexión: La magia de construir ropa
Por Fernanda RodríguezEn la preparatoria mi papá me daba clases de física y recuerdo perfecto como cuando nos explicaba los fenómenos que a él le parecían geniales del universo — la gravedad, la velocidad de la luz, la electricidad — terminaba por decirnos como para él la física era magia, pero real. Siempre me encantó la analogía. Poder leer algo que a simple vista parece tan estudiado y tan normal como el mantenernos firmes a la tierra, a través de un lente de asombro y admiración, lo vuelve sin duda más especial que de costumbre.
Hace poco empecé a hacer crochet. Nació como grito de ayuda para luchar contra mi work-alcoholismo y mi adicción a la tecnología. Básicamente quería un hobby que pudiera hacer con mis manos y mis ojos, sin necesidad de pantallas ni wifi. Elegí el crochet porque se me hizo más fácil que tejer y porque en mi departamento de 25 m² no me iba a caber una máquina de costura.
Lejos de haber hecho gran cosa hasta ahora, lo que sí he hecho mientras intento contar bien mis cadenetas y mis puntos medios altos, es recordar la analogía de las clases de mi papá. En otras épocas de mi vida he cosido y en algún momento de la carrera de diseño de modas, aprendiendo la diferencia entre trama y urdimbre, inclusive hice un telar. Pero por algún motivo nunca había conectado lo increíble que es pasar de una fibra, a un hilo, a un tejido, a una tela, a una prenda.
Nunca había visto mi ropa detenidamente con el lente de asombro y admiración. O sí, pero diferente. Admiraba el arte, el diseño, la creatividad, pero no me había puesto a admirar la tecnicidad de su existencia. Tenía tan estudiada la moda, que normalicé la prenda. Justo como hacemos con la gravedad.
¿Cómo inventamos los tejidos?, ¿a quién se le ocurrió usarlos como lienzos?, ¿cuándo inventaron la costura y cómo pasamos de la funcionalidad de cubrirnos del frío a crear piezas que expresan culturas, intereses y estilos? ¿Cuántos hilos tendrá la blusa que estoy usando?, ¿cuántas horas habrá costado hacer el tejido de algodón de mi sudadera?, ¿cómo se habrá visto la fibra de poliéster de mi chamarra antes de haber sido convertida en tela?
Ya sé que ninguna de estas preguntas propone ningún descubrimiento revolucionario. Al final, la fabricación de la ropa es un fenómeno bien estudiado. Sin embargo, para mí — como para mi papá — ver las cosas que me parecen geniales de esta manera, las hace aún más especiales. De esta forma valoro constantemente poder caminar en la tierra, tanto como aprecio, cada vez más, la construcción de toda prenda que pasa por mi closet.
Sigue de cerca el trabajo de Fernanda en @ferrodriguezcal