La mexicanidad en la ropa y la identidad de moda nacional
Por Fernanda RodríguezMes patrio, pretexto perfecto para sacar a flote el orgullo nacional en forma de comida, decoraciones, canciones, fiestas y naturalmente, ropa también. Si te pido cerrar los ojos y pensar en cosas mexicanas, varias imágenes van a aparecer en tu cabeza. Comida mexicana, unos tacos; música mexicana, unas rancheras; ¿Y ropa mexicana?… A diversas cabezas, diversas respuestas. Habrá quien me diga que pensó en un sombrero charro, en una falda de adelita, en un bordado artesanal, en una T-shirt de Cuidado con el Perro, o en un vestido de Carlos Pineda. ¿Por qué siendo imágenes tan distintas responden todas a la misma pregunta?
A las cosas les atribuimos identidades, eso está claro. Que una chamarra sea punk o una boina francesa, viene de haberle atribuido al objeto una construcción colectiva que varios individuos decidimos aceptar. Los humanos hacemos eso no solo con objetos, sino también con nosotros mismos. Cada individuo construye su propia identidad y posteriormente relaciona elementos de la misma junto con otras personas que comparten aspectos en común, así se crean las identidades culturales, como la raza, las etnias o la religión. Así se crea también la identidad nacional, que es más o menos la misma cosa, pero el aspecto en común es un estado de gobierno. Así, no importaría si somos de identidades culturales distintas, siempre que nos identifiquemos con el estado mexicano, compartimos una misma identidad nacional.
Ahora, cuando uno produce, diseña o crea, invariablemente manifiesta partes de su identidad, por lo que, naturalmente, la producción cultural siempre va de la mano con identidades; personales, culturales y nacionales. Enfocándonos en las nacionales, podemos hablar de la escuela flamenca en la pintura, del constructivismo ruso en el diseño gráfico o del modernismo catalán en arquitectura. Y la moda no es excepción, pues como buena industria cultural, también es tocada por las identidades de quiénes la construyen.
Hay que decir que, históricamente, las industrias culturales nacionales han sido promovidas por razones que van mucho más lejos que solo el proceso natural de producción-identificación de un grupo. En un contexto de globalización extrema, las naciones han encontrado sumamente útil el poder desarrollar identidades distintivas, pues estas les permiten destacar en el mercado internacional y por ende comercializar productos culturales de manera mucho más sencilla. Con la industria de la moda por ejemplo, ya desde los siglos 18 y 19 Francia e Italia lo habían descubierto, y obtuvieron gran parte de su poder económico gracias a la identidad de moda que construyeron. Desde entonces, este modelo de soft power ha seguido siendo replicado por más países, últimamente en naciones emergentes como México, que también han visto en esta estrategia un medio eficiente para proyectar sus identidades ante el mundo.
Pero no es tan fácil como parece. Susan Kaiser, profesora de estudios de moda, menciona que la moda nacional siempre está marcada por ironías, ambigüedades y contradicciones. Es difícil que podamos resumir una prenda a simplemente ser mexicana cuando dentro de ese término tendrían que caber miles de grupos étnicos, culturas precoloniales, coloniales, postcoloniales, diversos territorios, luchas de poder, distintas historias, religiones y costumbres. En una misma identidad mexicana se puede estar superponiendo muchísimas articulaciones políticas y estéticas.
Para considerar todas estas interacciones, hay que entender la moda nacional más como un complejo contexto en lugar de una simple esencia. Por esencia me refiero a cuando englobamos diferentes características de alguien o algo en una misma noción (por ejemplo una nacionalidad) sin cuestionar la naturalidad de la misma. Sería como meter a Pineda Covalín y a Sánchez-Kane en un mismo saco de « Moda Mexicana » nomás basándonos en la mexicanidad de las marcas sin considerar todas las diferencias ideológicas y contextuales que hay detrás de cada una. Es justamente ahí en donde existe el riesgo de caer en estereotipos, apropiaciones y superficialidades. Que en el extranjero perciban la estética mexicana como solo calaveras y nopales, que no se reconozcan correctamente los derechos de propiedad colectiva del arte textil indígena, o que se exoticen elementos del patrimonio cultural, son todas consecuencias de este ciclo vicioso de falta de profundidad, tanto en la fabricación como en la recepción de discursos y productos.
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Tendríamos que entender que la sociedad y los productos culturales de la misma, incluida la moda, son redes complejas. Hay que evitar las reducciones y las simplificaciones, porque aunque puedan parecer más fáciles, a la larga serán más complicadas. Y que conste que para nada quiero decir que abandonemos el término de moda mexicana, yo quiero que sigamos hablando de moda nacional, pero quiero que lo hagamos conscientes de que no se trata de un término con un único significado. Abracemos el término, pero abracemos también a la complejidad, a la diversidad y a los matices que vienen con él. Así que nada, espero que la próxima vez que cierres los ojos y pienses en ropa mexicana, se te ocurran muchísimas más ideas, contrastes y variantes.
¡Que viva México y que viva la moda mexicana! <3
Instagram: @ferrodriguezcal