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La definición de mi feminidad a través de la moda

La definición de mi feminidad a través de la moda

La definición de mi feminidad a través de la moda

La definición de mi feminidad a través de la moda

La definición de mi feminidad a través de la moda

Por Alina Tijerina

Previo a iniciar el mes de marzo me puse a intentar definir lo que cambiaría para conmemorar de mejor manera el mes de la mujer. Toda aquella que considere este mes uno muy importante me entenderá cuando hablo sobre planear de qué forma aprovecharemos este año para, poco a poco, acercarnos más a la meta que todas deseamos. Esa meta siendo la equidad, el respeto tan necesario y que tanto nos pertenece, la seguridad que no hemos sentido pero que tanto anhelamos y unas cuantas cosas más. Pensé en que tal vez sería buena idea atacar las redes sociales con información sobre el tema, sobre cómo ayudar al movimiento. Pensé, también, en unirme a la marcha a pesar del miedo que me da e, inclusive, en hacer cursos gratis sobre la importancia de este mes. Pero, por alguna razón, todo se me hacía superficial por una muy importante razón: nunca pensé en mi. 

Nunca me cuestioné mi feminidad en el tiempo que llevo con vida. Jamás me he detenido a preguntarme si estoy cómoda con la forma en que la expreso, con cómo los demás la perciben y, mucho menos, con lo que ésta significa. Mi feminidad es algo que siempre tomé por hecho porque siempre me sentí niña, jovencita, y ahora, mujer. En pocas palabras, jamás cuestioné el género con el que me siento cómoda. Fue hasta hace poco que mi relación con mi ropa comenzó a cambiar y me empecé a sentir alejada de esa feminidad que no había reconocido. Suena raro, ¿no? Que haya extrañado algo que no sabía que tenía; pero en este caso fue tal como el dicho: “nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”. Mi feminidad se estaba perdiendo. Consideraba que ser mujer estaba en la falda que vestía; en sentirme agusto con un vestido y siendo mirada por hombres. Pero eso dejó de ser algo normal para mí y fue algo que comencé a rechazar. Corté mi cabello, adopté el uso de la ropa holgada, escondí mi cuerpo y me perdí. Lo que antes era un espacio seguro, se convirtió en uno que me hacía sentir incómoda, presionada inclusive. Era como si estuviera tratando de decirme que dejé atrás esa parte que tanto me gustaba, el sentirme femenina. Pero, muy en el fondo, sabía que no era tanto que lo haya dejado o que lo haya sido, si no que era lo que yo había aprendido. 

La “feminidad” en México es muy clara. Cabello largo y bien peinado, un cuerpo aprobado por la sociedad; prendas como vestidos, faldas, sandalias, tacones, etc. Ésta está asociada con la higiene y, sobre todo, con una sonrisa que se ve mejor en silencio. Habiendo “perdido” estas características, desde mi perspectiva, mi “feminidad” también estaba perdida. Uno de los pensamientos que pasó por mi cabeza fue: “no me veo nada atractiva, parezco hombre.” Comencé, incluso, a sentir que tal vez yo no era la hija que mis padres habían deseado porque no representaba aquellas cosas que la sociedad me dictó. Pero salirme de la norma fue probablemente una rebelión inconsciente de forma que yo no me pondría bajo el foco en que ponemos a la mujer, yo voluntariamente me sacaría de eso. Y ahora, después de días de sobre pensarlo, puedo ver las cosas con claridad.

 

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La feminidad que tanto sentí haber perdido nunca dejó mi lado, solo se transformó en algo más. El ser mujer no estaba en esa falda que todo mundo traía, o en los tacones que me lastimaban los pies. Estaba en la forma en la que defino ser mujer de otras formas. Por primera vez, mi ropa no habló ese lenguaje tan anticuado que tenemos en la sociedad en la que vivo, y se tuvo que modificar a lo que yo quería decir. Ese pequeño desfase que tuve con mi clóset me obligó a cuestionarme qué significa ser mujer para mí más allá de la ropa. Me obligó a sacar la definición de lo que para mí era representar feminidad fuera de mi cuerpo; algo que, tristemente, nunca había hecho. En esos días, descubrí lo siguiente. 

Mi feminidad está en la lealtad que le tengo a mis amigas. La forma en que las amo y admiro, cómo es que busco estar tanto en las buenas como en las malas para asegurarme de que sepan que no están solas. Está en la forma en la que he cuidado de mi bienestar emocional y mental a través de los años al ir a terapia; cómo es que en este momento de mi vida puedo reconocer lo que siento y el por qué para poder sanarme. Se encuentra en la forma en la que trabajo para sacar adelante mis sueños, en que sé reconocer mi privilegio y mis áreas de oportunidad. Está en mi forma de pedir ayuda cuando sé que no puedo, de esta forma he dejado atrás el orgullo y me he llenado de amor por saber la cantidad de gente que está ahí para mí. También he entendido que mi feminidad no se define, ni se modifica, por una pareja; sé que tenerla para mí representa un compañero de vida, alguien en quien yo pueda contar y vice versa. Mi feminidad no está en tener hijos, en hacer ese “deber” que se nos presenta a las mujeres desde pequeñas para poder tener satisfecha a la sociedad. Ser cuidadora no viene relacionada con mi forma de ser mujer, viene con mi forma de ser Alina. Y finalmente, mi feminidad está en esos jeans holgados, en la t-shirt sacada de la sección de hombres, en siempre usar tenis por escoger mi comodidad ante todo, en las prendas oversize que compré en el tianguis. Está en lo corto que es mi pelo porque el largo de éste no debe ser estandarizado por género. Estas cosas y más son las que definen lo que para mí es ser mujer, lo que es ser vista como tal. 

Este mes me lo di a mí y a entender mejor lo que es ser mujer en este mundo tan raro. Más allá de los paradigmas que lo representan, quise investigarlo más a fondo para poder ayudar al movimiento. Así como nuestra evolución como personas, el movimiento feminista avanza, cambia y mejora. Cuestionemos no solo este mes, si no todos los días, lo que queremos que signifique ser mujer hoy en día, y seámoslo. 

Instagram: @alinatijerina

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