Cuando el hostigamiento se disfraza de “niño bien”
Por Pame Clynes
Todo empezó cuando me llegó un mensaje de una amiga diciéndome que me quería presentar a alguien. Halagador cuando me entero que le gusté mucho a esta persona (hombre) cuando vio mis fotos en Instagram. Sin duda, esos mensajes te hacen el día y son muy buenos para el ego boost. Mi amiga, como buena matchmaker, empieza a darme la lista de cualidades que en esta sociedad hacen de un hombre lo que conocemos como un “partidazo”. Claramente formo parte de esta sociedad, por lo que accedí a que le diera mi teléfono. Corte A, habemus date el jueves.
Siempre me emocionan las primeras dates. Disfruto muchísimo el proceso de arreglarme, sacar todo mi clóset para ver qué me voy a poner, mandar fotos al chat de mis amigas para recibir ayuda, etc. Y, la verdad es que conocer a alguien nuevo siempre es padre. Es interesante e intriga el no saber lo que puede pasar.
Todo pintaba muy bien…
Pasó por mí a mi casa, me llevó a cenar a un Japonés delicioso, la platica fluyó, no hubo silencios incómodos, y poco a poco empecé a descubrir todas estas cualidades increíbles que me platicaron de él. Es un hombre que sin duda tiene muchísimos checks, que me atrevo a decir, que a la mayoría de las mujeres heterosexuales nos atraen. El famosísimo “good on paper guy”. Sin embargo, no me gustó fisicamente. De mi parte no hubo esa atracción que sientes cuando te gusta alguien. Algo que no tiene nada que ver con que si está guapo o no (no soy tan superficial). Simplemente es química; no se puede explicar.
En mi experiencia con mis novios/galanes, la atracción ha sido inmediata. La sientes en un simple roce de manos no intencionado, en su sonrisa, en cómo habla, en cómo te mira, en el lenguaje corporal… En esta ocasión no me sucedió, pero me cayó bien él, y decidí hacerle caso a mi psicóloga cuando me dijo: “quédate en el presente, no empieces a futurear, disfruta el momento”. Muy aplicada yo siguiendo sus instrucciones, pero luego me acordé que también me dijo que observara (sin ningún tipo de juicio) los red flags. En las tres horas que nos conocimos observé tres. Nada grave, pero una de estas tres es uno de mis mayores deal breakers. Por lo que instantáneamente supe que para una relación de pareja no iba a funcionar.
Llevo años trabajando en terapia, varias relaciones fallidas, ha habido demasiado dolor y heartbreak como para seguir perdiendo mi tiempo con lo que sé que no me gusta, y lo que no quiero en mi vida, pero al mismo tiempo cada vez es más difícil aceptar mi realidad por esa presión social que me dice todos los días que llegar soltera a los cuarenta es básicamente un crimen.
Y, por otro lado es un hecho que las mujeres estamos condicionadas a darles chance a los hombres. Nuestra cultura machista lo permite.
“Hay que darle chance, no te precipites.”
“No te cierres”.
“No puedes juzgar por la primera date”.
“No te enfoques en lo negativo”.
Bueno, ok, va, vamos por la segunda date aunque mi intuición me diga lo contrario.
Me escribe el sábado temprano preguntándome sobre mis planes. Le contesto que tengo que trabajar, pero que en algún momento tengo que sacar a pasear a mi cachorrita. “Te invito un helado y paseamos”, le dije. Me contesta que sí. Pero desde aquí comenzó a caerme mal su manera y tono de demandar que le contestara a sus tiempos, sabiendo que yo estaba trabajando y aunque no lo estuviera. De pronto leo en mi pantalla un “Hey, contesta” y sin duda algo interno en mí se despertó que me hizo sentir como una especie de escalofrío.
Me llegó un sentimiento de culpa espantoso porque mi respuesta a ese mensaje fue la equivocada. Por quedar bien, por mantener un ambiente chill y relax, sin generar conflicto alguno, por no verme la “exagerada que no aguanta una bromita”, le contesté un Yes, Sir, Yes, Sir, seguido de un jajaja. Sentí que yo de alguna manera le abrí el paso, le di un cierto “permiso” a que siguiera escribiéndome con ese tono demandante. Y no saben cómo me arrepiento porque lo que realmente quería contestar era un WTF?
Después de esto tuvimos un intercambio un poco de lost in translation con los textos, por lo que mejor decido marcarle. Yara, yara, yara… por teléfono cuadramos que en 25 minutos llegaba a la heladería, tiempo perfecto que me alcanzaba a mí para llegar caminando. Llego y pasan 25 minutos, 30, 35, 40, 45 minutos. Para casi la hora recibo un mensaje de “ya pagué, ya voy para allá”, a lo que yo le contesto, “dude, ya me fui, mejor lo organizamos otro día”. Lo curioso es que ni siquiera me molestó el que me haya hecho esperar. Tuve una sensación muy indiferente al respecto. Hasta que de pronto todo dio un giro de 180 grados. Empecé a recibir un bombardeo de mensajes, uno tras otro.
Noooo
Espérate
Ya voy para allá
Te quiero ver
Quiero pasar por ti Pamela
Hoy
Quiero verte hoy
Hey
Contesta
Hey, ¿estás?
Dime si estás disponible
Contesta
Estos mensajes los alcancé a ver mientras iban llegando sin tener que abrir mi Whats App, pero cuando me metí a leerlos bien, él ya había borrado algunos. Le contesté que apenas venía entrando a mi casa, y que ya no iba a salir porque tenía que acabar de trabajar, pero como buen hombre macho, no supo recibir un “no” como respuesta, y eso justo es parte del problema. Ego alert!
Siguió insistiendo con mensajes:
Hmmm, yo te ayudo con la chamba
Yo puedo opinar
Yo invierto en tu marca, dime números/valor de tu empresa
Grosera
Contesta
Grosera
Le tuve que escribir para decirle que le bajara a su nivel de intensidad, y volví a recibir un “que grosera, a la próxima me buscas tú”, seguido de un “tengo ganas de verte”. Ósea primero me insulta, y luego me habla bonito. Vuelvo a repetir que sólo he conocido a esta persona una vez, en un lapso de tres horas. Si así es a la segunda date, ¿cómo será después? Y, cabe recalcar que cualquier mujer que hubiera hecho lo mismo, cualquier mujer que mande ese tipo de mensajes a un hombre, inmediatamente es bloqueada, tachada de pinche vieja loca, intensa, desesperada.
Llegó un momento en donde dejé de contestar, pues la situación me empezó a causar muchísimo estrés, estaba física y emocionalmente incómoda. Me dejó un muy mal sabor de boca. Él, por otro lado seguía insistiendo. De pronto, recibo un link de una canción, seguido de un par de mensajes de que ya se iba a dormir, y que mañana me buscaba. Vuelvo a recibir un ‘grosera’, después de un: “obvio es broma, mañana hablamos”.
Yo ya ni abrí esos últimos mensajes, decidí borrar el chat por completo.
Tuve un remolino de pensamientos toda la noche. Entre cuestionarme qué droga se había metido este vato. Por cierto, estamos hablando de un hombre de casi 43 años. Pensé que seguro estaba pedísimo, o que igual y así es su personalidad. La verdad es que no lo conozco bien, pero me están diciendo por todos lados que es un “tipazo”. Seguro sí lo es, pero le falta deconstruirse.
No fue hasta que después de platicarlo con mi círculo de mujeres feministas cercano y con mi psicóloga, por fin logré entender mi malestar. Lo que experimenté fue un tipo de hostigamiento/acoso verbal y yo ni enterada. Lo triste es que no lo identificamos como tal porque creemos que el acoso solo es sexual. Creemos que la violencia sólo es física. Creemos que el hostigamiento sólo pasa en situaciones laborales. Los reconocemos solo en situaciones graves, como cuando hay una violación y/o un asesinato. Y, ni siquiera así.
Mi psicóloga me dijo: “El acoso fue muy claro. El güey no quiso aceptar el límite que le pusiste después de que te dejó medio plantada, y por decirle amablemente que ‘no’ podías salir. Por más broma y chistorete, sus mensajes reflejan un tono demandante, y encima no dejó de insultarte por no quererle contestar.” Más claro no lo pudo decir.
De hecho, Trevor Noah comentó hace poco en su programa The Daily Show. Habló del acoso y hostigamiento público que recibe Kim Kardashian por parte de Kanye West, y menciona que si eso le pasa a alguien tan poderoso como Kim, qué suerte tenemos las demás.
Claramente no comparo esto que me pasó con el abuso físico, emocional, mental que viven millones de mujeres todos los días. Pero sí es un pequeño recordatorio de los micromachismos que vivimos todas en el día a día. De como algo que superficialmente puede ser visto como “ay, no fue tan grave”, “no exageres”, “era una bromita”, “no aguantas nada”, “así es él” “te está diciendo que te quiere ver”, “te debería de dar emoción”, “no cualquiera se atreve a decirte eso”… es un claro ejemplo de cuando el hostigamiento se disfraza de “niño bien”.
Para las y los que también están pensando que el vato estaba borracho, acepto que ponerse pedo y cagarla con la persona que te gusta vía texto es algo que nos ha pasado a todas y todos, y que obviamente no nos define como personas, pero sin duda, en este contexto que les acabo de pintar, el subtexto de sus textos habló muy mal de él. Que además ni siquiera se dio cuenta de lo que hizo. Al día siguiente recibo un mensaje de buenos días, que si me gustan las tortas ahogadas, como si nada hubiera pasado. Y justo me recordó de la cantidad de veces que he escuchado a un hombre decir que no entienden porqué las mujeres no decimos que “no y ya”, que no es nada difícil decirle que “no” a un hombre.
Afortunadamente he tenido varias relaciones de pareja que me han dado las herramientas para reconocer lo que quiero, y sobre todo lo que no quiero. Pero, aún así me sigo sintiendo presionada y me encuentro en este vaivén de hay que darles un chance más, cuando ellos ni siquiera te lo dan a ti. Un hombre decidido no te vuelve a contestar/buscar, te “ghostean”, desparecen, te bloquean… Las mujeres perdonamos, y no una vez, varias.
Aquí está resumido un ejemplo de la doble moral de lo que me pasó:
Mujer: ¡Hola! ¿Qué vas a hacer hoy?
Hombre: No puedo salir hoy, tengo que trabajar, pero nos vemos otro día.
Mujer: Nooooo, tengo ganas de verte hoy.
Contesta.
Estas?
Hoy quiero que vengas por mí.
Grosero.
*Hombre lee el mensaje, lo deja en doble palomita azul. No contesta. Posiblemente bloquea a la mujer.*
Amiga de la mujer: No seas intensa, ya no le escribas, dale espacio. Espérate a que él te escriba.
Ahora cuando la situación es al revés:
Hombre: ¡Hola! ¿Qué vas a hacer hoy?
Mujer: Hoy no puedo salir, tengo que trabajar, pero nos vemos otro día.
Hombre: Noooo, tengo ganas de verte hoy.
Contesta.
Estas?
Quiero pasar por ti hoy.
Grosera.
*Mujer lee el mensaje, lo deja en doble palomita azul. No contesta.*
Hombre: Hey! Contesta, grosera.
Amiga de la mujer: ¡Ay, dale chance! Contéstale, ósea, tiene mil ganas de verte.
Después de todo todavía recibo el comentario de que el güey se había esforzado mucho por conocerme cuando sólo le pasaron mi teléfono. ¿Eso cuenta como mucho esfuerzo? Digo, pregunto porque yo también lo he hecho. Que me den una medalla a mí también, ¿no? Lo dicen como si él tuvo que hablarle a mis papás para pedirles permiso para salir conmigo, o como si tuvo que participar en un duelo de caballeros del medievo para ganarme.
Pero entiendo de dónde viene este comentario del esfuerzo. Desgraciadamente algunas mujeres (incluyéndome) estamos tan mal acostumbradas y tan maleadas que cuando salimos con el que nos trata bien, lo vemos como un plus cuando en realidad debe de ser un must.
¿Cuál fue mi aprendizaje de todo esto?
La intuición es un ángel de la guarda.
Y, otra cosa. Sí se pueden conocer los red flags de una persona desde la primera date. Tus deal breakers son 100% válidos, así sean una exageración para otros. Y, demos gracias a los dioses de la tecnología que existe la opción de bloquear.
¡Lee más de Pame en @pameclynes y @peacewithpain!