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Por qué quiero que la moda sin género sea más que solo básicos neutros

Por qué quiero que la moda sin género sea más que solo básicos neutros

Por qué quiero que la moda sin género sea más que solo básicos neutros

Por qué quiero que la moda sin género sea más que solo básicos neutros

Por qué quiero que la moda sin género sea más que solo básicos neutros

Cada vez son más las marcas y colecciones que se promueven como Gender-less o Gender-fluid cuando lo único que ofrecen son prendas que ya llevaban décadas siendo de género neutro o que nunca han tenido género en lo absoluto. Ya no quiero ver más sudaderas y pants vendiéndose como trasgresoras porque la Moda sin Género tendría que ser mucho más que una t-shirt de algodón. Y la cuestión no es solo que esta tendencia en la industria sea extremadamente aburrida (que sí), sino que además es increíblemente problemática porque reduce un cambio de paradigma social a solo un titular para sonar en la prensa. 

La concepción que tenemos del género –como buen constructo social– ha ido cambiando a través del tiempo. Bajo el modelo binario, las características y comportamientos son normalmente clasificados en dos polos opuestos: lo masculino y lo femenino; y en torno a esto, ideologías, roles y costumbres han sido organizadas, aunque también transformadas. La sociedad siempre ha jugado con las líneas entre masculinidad y feminidad, y una de las formas más claras de ilustrarlo es a través de la moda. Como parte importante en el proceso de identidad de las personas, la ropa lleva siglos siendo uno de los ejemplos visuales más evidentes para observar los cambios en las normas sociales, en este caso, las del género. 

En su libro sobre Fashion and Cultural Studies, Susan Kaiser da un ejemplo buenísimo para explicar lo anterior, cuando dice que el clásico vestido infantil blanco que en las culturas europeas del siglo 18 usaban tanto niños como niñas, hoy sería considerado muy afeminado para un niño. Y es que sí, los significados del género varían histórica y culturalmente, y por lo tanto, la ropa que representa y articula la identidad de género, varía también. Más allá de esto, siempre ha habido personas que han desafiado los sistemas de normas de género de su época, particularmente gracias a su ropa. Juana de Arco en armadura, Amelia Bloomer en pantalones o Marlene Dietrich en traje de tres piezas. Las comunidades queer surgieron justamente para explorar los matices del género sin tener que limitarse al tradicional binarismo, y la industria de la moda les fue siguiendo el camino, porque cuando cambian las normas sociales, cambia la moda también.

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Total que fast-forward a la ropa unisex de los 60, cuya intención se supone que era hacer ropa que pudiera ser usada por hombres y mujeres. Ojo. Hombres y mujeres. Porque uni-SEX hace referencia al sexo, no al género. Lo cual, ya de entrada es problemático, pero ni nos metamos ahí, nada más entendamos que al final, la ropa unisex nos trajo prendas “neutras”. O sea, ropa socialmente aceptada tanto para hombres como para mujeres, justamente porque no tenían muestras ni de feminidad, ni de masculinidad. ¿Y qué diferencia hay entre esto y lo que propone la moda sin género? Pues que en los últimos años no solo hemos llegado a una mucha mejor diferenciación entre sexo y género, sino que además hemos logrado entender que los constructos masculinos y los constructos femeninos no le son inherentes a nadie. Ni los hombres tienen por qué ser masculinos, ni las mujeres femeninas, ni tampoco hay solo dos puntos entre masculinidad y feminidad. El género, y más precisamente la expresión de este, es un espectro en el que todos pueden transitar por los puntos que más les gusten en diferentes momentos de su vida.

Y si los constructos no le son inherentes a las personas, MUCHO MENOS A LA ROPA. El género no está asignado en la ropa per se, sino que son los símbolos y contextos que nosotros les hemos dado, los que han hecho parecer que una falda es femenina y un chaleco es masculino. Pero como dije antes, los símbolos y los contextos cambian, y lo que propone la moda sin género es que podamos deshacernos de los roles que por años le hemos asignado a simples pedazos de tela. Si el paradigma social está cambiando a hacernos ver que hay un espectro en la expresión del género, lo que la moda tendría que hacer es explorar ese espectro. No se trata de sentarse en el punto de en medio, sino de navegar todos los puntos que caben entre los dos extremos. 

Desafortunadamente, decirlo en palabras es mucho más fácil que demostrarlo en la ropa. En los últimos años, son innumerables las marcas de “moda sin género” que han salido al mercado denigrando la frase a solo un buzzword de marketing, apropiándose del término sin ofrecer ninguna propuesta disruptiva real. Porque no, en una colección de pants y sudaderas no me estás ofreciendo nada del espectro de género. Estás haciendo lo mismo que ya se hacía con la ropa unisex, le estás quitando los rastros de feminidad y masculinidad y me estás dando un neutro, queriendo vendérmelo como transgresor. Ah no pues, wow. Es evidente que el interés de esas marcas por sumarse al gender-less es enteramente financiero. Lo están viendo como una oportunidad de ahorrarse dinero produciendo con solo un patrón de t-shirt, al mismo tiempo que quedan bien en redes sociales. Lo que necesitamos no es ropa de género neutro, sino ropa sin género asignado.

Si una marca saca una colección neutra, pero sigue separando su tienda en ropa para mujer y para hombre, ¿Cambia algo? Si cuando le ponen a Harry Styles una blusa, hacemos referencia a que está usando una pieza de mujer, ¿Realmente le quitamos el género a esa blusa? Cuestionar a las marcas y nuestros discursos es la base para distinguir entre el falso progresismo y la verdadera evolución. No se trata de quitarle a la ropa las características femeninas o masculinas, sino de reconocer que estas características no solo son para mujeres o para hombres o para no binaries; y que el uso de estas no tiene nada que ver ni con el sexo ni con la atracción sexual de quien decida portarlas. Entonces, como marca, en lugar de preocuparte por quitarle o ponerle las flores y encajes al pantalón, mejor preocúpate por hacer que ese pantalón le pueda quedar a todo mundo. Permitirle a todos transitar libremente desde su lado femenino hasta su lado masculino es ayudarles a encontrar tanto tacones del número 28, como botas militares del número 21. Hacer que una pieza le cierre bien a personas con diferentes cuerpos, pensar qué tiro puede quedarle a alguien con caderas y a alguien sin caderas, diseñar una sisa para permitir variaciones de tamaño en los bíceps, definir qué estilos pueden funcionar para alguien con o sin pechos. Pero claro, esto cuesta más trabajo que solo imprimir sudaderas.

Nadie dijo que trascender lo establecido fuera a ser fácil. Hacer un verdadero cambio requiere tiempo, esfuerzo, conocimiento y por supuesto, presupuesto. Pero si ahí están PRIVATE POLICY y WILDFANG haciendo ready-to-wear, TomboyX haciendo ropa interior y Eva Janssens haciendo ropa nupcial, es porque sí se puede. Así que sí, creo que la moda sin género sí está cambiando paradigmas, pero también creo que hay que cuestionar mucho más los discursos que compartimos, porque los mensajes o son profundos, o que mejor no sean.

Instagram: ferrodriguezcal

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