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Amar así de perro o cómo la primera perrita de mi vida me enseñó cómo querer (me)

Amar así de perro o cómo la primera perrita de mi vida me enseñó cómo querer (me)

Amar así de perro o cómo la primera perrita de mi vida me enseñó cómo querer (me)

Amar así de perro o cómo la primera perrita de mi vida me enseñó cómo querer (me)

Amar así de perro o cómo la primera perrita de mi vida me enseñó cómo querer (me)

Por Claudia AguilarCamila llegó sin flecha y sin taparrabos.  Llegó nueve meses después de la temporada alta de Cupido, aun así, hizo lo que se espera de este dios romántico y lo mejoró: encontrar la forma en que me gustaría amar y ser amada.

Semanas antes de mi cumpleaños 19, Camila, una cruza de cocker spaniel, entró perdida a la unidad en la que vivo. Hasta ese día, yo había convivido con otro cocker y un pastor alemán, pero como habían sido de mi hermano mayor, nunca me involucré en su cuidado. Tampoco creé un lazo con ellos. Fue con esta casualidad color miel, de 4 años, que supe algo nuevo de mí: me gustaban los perros.

Al inicio, como cualquier primeriza que adopta a un animal callejero, creí que Camila solo estaría un par de días conmigo. Ya saben, “en lo que le encontraba casa”. Pero desistí de la agotante búsqueda a los dos o tres días. Digamos que conocí eso del amor a primera vista. En unas cuantas horas, hice a un lado el miedo que me daba la responsabilidad y dejé que me ganara la emoción de tener una vida con ella. 

Camila irrumpió en la época en que yo era lo que otros decían que era. Cuidarla y entender sus necesidades me ayudaron a conocerme a fondo. No solo descubrí una nueva pasión por los animales, también descubrí que prefería pasar el día con mi nueva amiga perruna, acostadas, viendo series o paseando en el jardín, a estar en una fiesta con desconocidos, por ejemplo. Me di cuenta de que no necesitaba apantallarla, ser alguien más. Yo era suficiente para ella. Su colita corta, que se movía de un lado a otro, me lo confirmaba cada que me veía.

Camila me llenó de confianza, me abrió paso a tener un vínculo amoroso real. Uno diferente y que no se sentía forzado. Saber esto me hizo más fácil dar el siguiente paso y descubrir lo que quería cuando estuviera con otra persona. Si es que así lo deseaba.

Semanas después de iniciar una vida con Camila, conocí a Eric. Íbamos en la misma universidad. Habíamos hablado poco, pero lo suficiente para interesarnos el uno en el otro. No quiero decir que tuvimos un flechazo, porque no. Pero desde mi lado, esta vez se sentía diferente, honesto. Él me inspiraba a intentar una relación diferente.

Antes de él, yo andaba medio perdida en cosas del amor.  O bueno, de lo que creía que era el amor. Durante años seguí al pie de la letra lo que nos vendieron que era tener una pareja. Fui esa morra que ponía todas sus expectativas románticas en el otro. Endiosaba a quien estuviera a mi lado hasta dejar de pensar en mí. Vivía en automático, cuando se trataba de querer a alguien. Nunca disfruté estar en pareja. Me agotaba. Me ponía triste. Me frustraba. 

Dicen que las mascotas nos ayudan a hacer de nuestro mundo lo que es. Así como decimos que los entrenamos para vivir en nuestra casa, podríamos decir que ellos nos entrenan para vivir en este loco mundo. Camila lo comprobó al entrenarme durante 10 años para aprender a quererme y a querer a otros, sin hacerme chiquita.  A querer sin expectativas irreales o a sufrir en nombre del amor. A querer con paciencia, responsabilidad y libertad.

Para mí, hoy el amor es tener pelos de perro en la ropa. Planear vacaciones para cinco perros y dos humanos. Es ver cómo Eric estuvo conmigo cuando tuve que despedirme de Camila y cómo después comenzó a llenar el carrete de su celular con fotos de Clío (la sucesora y heredera del trono canino). Es ver cómo compra regalos de Navidad para toda la jauría y separa cachitos de su comida, aunque sea su favorita, para darles como premio.

Amor es verlo aprender junto conmigo a querer a estos seres peludos, a darles la bienvenida, a estar con ellos en las buenas y en las malas. Él sabe que la jauría es parte importantísima en mi vida y ser testigo de lo mucho que la procura me hace sonreír. 

La autora Elizabeth von Arnim escribió: “Cuando un perro te ama, eso es para siempre, hasta su último ladrido. Así es como me gusta ser amada, y por eso hablaré de perros”.  Si bien no quiero que alguien me ame para siempre, sí quiero que ame así de perro. No es mucho pedir, ¿o sí?

Instagram: @ladamitadelosperros

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